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Con mucho gusto, sobrina respondió mi tío doblando inmediatamente su diario. Creí serte grato dejándote entregada a tus pensamientos. ¿De qué vamos a disertar? ¿De la cuestión de Oriente, de economía política, de trajes de muñecas o de las costumbres de los cafres? Todo eso me importa poco, y respecto a las costumbres de los cafres, creo, tío, que tanto como vos.

Poco a poco se serenaron; don Evaristo, la hizo sentar a su lado en el sofá, y con voz clara y firme le habló de esta manera: «Me parece que esto se arregla. ¡Cuánto me gustaría morirme dejándote en una situación normal y decorosa!... Bien veo que no es fácil que tu marido te sea simpático; pero eso no es inconveniente invencible.

¡Qué Brigadiera... madre... qué Brigadiera!... Es que no podemos hablar de estas cosas... pero... si yo le explicara a usted.... No necesito saber nada... todo lo comprendo... todo lo ... a mi modo. Fermo, ¿te fue bien toda la vida dejándote guiar por tu madre, en estas cosas miserables de tejas abajo? ¿Te fue bien? ¡, madre mía, ! ¿Te saqué yo o no de la pobreza?

«Por lo demás, tu Quintanar del alma hemos de confesar que tiene sus cosas; ¿a quién se le ocurre irse de caza dejándote así?». Pero qué sabía él.... ¿Pues no te quejabas ya anoche? Ese Frígilis tiene la culpa de todo.... Y quien anda con Frígilis se vuelve loco ni más ni menos que él. ¿No es ese Frígilis el que injertaba gallos ingleses? , , él era.

Generalmente es por falta de savia que declinan las grandes cosas. Por eso, sólo después que te he visto en la obra, dejándote en plena libertad, he recuperado la tranquilidad. Mi querido maestro, usted es realmente el alma de la fábrica... ¿Qué sería yo sin usted? Yo te he formado, lo que vales.

Muchos extremos de admiración hace mi padre al notar mi ignorancia de ciertas cosas. Esto de que yo no sepa jugar al tresillo, siquiera al tresillo, le tiene maravillado. Tu tío te ha criado me dice debajo de un fanal, haciéndote tragar teología y más teología, y dejándote a obscuras de lo demás que hay que saber.

Pero vamos a ver, nena: ¿No me guardas rencor por haberte abandonado, dejándote en la miseria, con tus vísperas de chiquillo y en poder de Juárez el Negro? Ningún rencor te guardo: Entonces estaba rabiosa. La rabia y la miseria me llevaron con Juárez el Negro. ¿Creerás lo que te voy a decir? Pues me fui con él por lo mucho que le aborrecía.

La puerta de aquella mansión me parece que es la losa de tu sepulcro. Cuando se cierre, dejándote dentro, todo se acabó. No, yo no quiero salir como Asunción, acechando el sueño de su madre para escapar. Yo no quiero salir así de mi encierro, sino en pleno día, con las puertas abiertas y a la vista de todos. Vámonos. ¡Qué locura he hecho esta noche, Dios mío!

Huye, huye de aquí: marcha al Occidente, donde te espera un reino: el convite de As-Seffáh es una traicion para aniquilar de un solo golpe á toda tu familiaEse ángel era yo. «¿Qué será de siguiendo tu consejo? me dijisteEntonces te hice descubrir la espalda buscando en ella la señal que para reconocerte me habia dado tu tio Moslemah, el sabio versado en el libro de los sucesos futuros; mal podia yo engañarme, vi en efecto el gran lunar negro que matiza tu cuerpo, y te repetí: «¡huye, huye! vete al Occidente, donde te aguarda el reino de Andalucía: yo te acompañaré parte del camino: veinte mil dineros traigo para de orden de Moslemah: tómalos, y sígueme prontoLa profecía del Kitábu-l-hodthán se ha cumplido; pero no te condujo Allah al Occidente para darte de por vida estériles conquistas. ¿Qué has hecho para asegurar á tu posteridad este nuevo imperio? ¿Qué podrán prometerse tus sucesores si decae la de los muslimes? ¿Te imaginas por ventura cumplido tu destino dejándote morir sepultado en el harém de tu Ruzafa sin haber dado á los andaluces una aljama digna en la corte de tu reino?

Tu esposa, joven, bella, a la cual amabas con locura y por la cual eras correspondido, abandona este mundo y vuela al Cielo, dejándote como único consuelo, como esperanza suprema un ángel, imagen suya que semeja su alma rejuvenecida y un resurgimiento de su hermosura y entonces te aferras a ese gozo postrero como un náufrago a los restos del navío, y besas esas manecitas que te ligan a la vida y te hacen más amable la existencia.