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Actualizado: 30 de abril de 2025


Venía vestido con los trapitos de cristianar, peinado en la peluquería, con una raya muy bien sacada desde la frente a la nuca, y las mechas negras chorreando olorosa grasa, las botas nuevas y sombrero de copa muy lustroso. «¡Qué deseos tenía de verla a usted...! No me atrevía a venir... Pero doña Lupe me ha instado tanto para que venga, que al fin... No, no, no tema que Maximiliano descubra dónde usted está.

¿Es verdad que a usted... que a usted...? El director buscaba palabras. ...¿Que a usted le gustan las negras? ¡, excelentísimo señor! El director miró con ojos asombrados a Kotelnikov, y preguntó: Pero vamos... ¿por qué le gustan a usted? ¡Ni yo mismo lo , excelentísimo señor! Kotelnikov sintió de pronto que el valor le abandonaba. ¿Cómo? ¿No lo sabe usted? ¿Quién va a saberlo, pues?

Nada se ha roto por mi lado, Tristán. Esa es una de tantas visiones negras como has tenido en tu vida, sobre todo de poco tiempo a esta parte. Mi amistad por ti es tan firme, tan verdadera, que nadie más que en el mundo ha podido dudar de ella. La amistad verdadera entre los hombres es algo que pertenece a la fábula.

Su resistencia tomó de pronto un tono de protección caballeresca. ¡Abandonar a su amigo don Jaime cuando le veía rodeado de peligros!... ¡Ir a encerrarse en aquel caserón de tristezas, entre señores con faldas negras que hablaban una lengua rara, ahora que en pleno campo, a la luz del sol o en el misterio de las noches, iban a matarse los hombres!... ¡Ocurrir tan extraordinarios sucesos y no verlos él!...

Sus ojos cerrados veían las negras pupilas de la regia señora, maternales y amorosas. Todas las mujeres, al aproximarse á él, tomaban algo de aquella otra que dormía seis siglos en lo alto de un muro. Cuando su madre, la dulce y pálida doña Cristina, dejaba por un instante sus labores y le daba un beso, veía en su sonrisa algo de la emperatriz.

Si tu savais qui est celui-lá. ¡Voto al chápiro! Si supieras quién es aquel. Me volví como un rayo para ver á quién señalaba, y en efecto vi que miraba á un caballero que iba por la acera de enfrente. Cuando yo me volví, el caballero pasaba ya, de modo que no pude verle sino de espaldas. Era más bien bajo, algo grueso, casi rechoncho, de patillas negras muy largas.

»Sobre estos ejes rodó todavía largo rato la desquiciada máquina de mi discurso..., hasta dar conmigo y con él en las negras profundidades del abismo. »¡Oh, qué sola, qué triste y qué desamparada me vi!

Por último: en varios pueblos las mujeres de todas clases gastan medias negras, á excepción de la hija del sacristán, que usa medias blancas, y á excepción también de las infelices que no tienen medias.

Esta procuraba persuadir al inglés de que las españolas se iban poniendo al nivel de las extranjeras, en cuanto a tierna afectación y artificio, porque ya se sabe que los que imitan servilmente, lo que copian siempre mejor son los defectos. ¡Qué ojos tiene! decía Rafael a su prima . ¡Qué bien guarnecidos de grandes y negras pestañas! Tienen el color y el atractivo del imán.

Calles tortuosas, estrechísimas y en laberinto inescrutable, sucias y con detestable pavimento; casas de una irregularidad absoluta, monstruosas, negras, desmanteladas muchas, semejando verdaderos palomares, agrupadas á la ventura y como encaramadas unas sobre otras.

Palabra del Dia

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