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El lector puede escoger entre estas teorías la que más le agrade. Es singular, sin embargo, que varios individuos, que fueron espectadores de toda la escena, y sostenían no haber apartado un instante las miradas del Reverendo Sr. Dimmesdale, negaran absolutamente que se hubiese visto señal alguna en su pecho.

Replíqueles usted que el mapa ese y otros tales no están hechos en Francia, sino en España. Lo negarán en redondo, porque no conciben en los españoles que no sean villavejanos, talentos tan considerables; y si alguna excepción le admiten, sostendrán que la omisión se ha hecho, se hace y se hará en ese mapa y en todos los mapas, por envidias y malquerencia de la gente de Madrid.

21 porque la profecía no fue en los tiempos pasados traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo. 1 Pero hubo también falsos profetas en el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente sectas de perdición, y negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre mismos perdición acelerada.

Pasando de lo general de esta sentencia a su aplicación a las obras de la Santa, ¿qué duda tiene que hay en todas ellas, en la Vida, en El Camino de perfección, en los Conceptos de amor divino y en las Cartas y en Las Moradas, un interés inmortal, un valer imperecedero, y verdades que no se negarán nunca, y bellezas de fondo, que las bellezas de la forma no mejoran sino hacen patentes y visibles?

Era un caserón enorme, ancho y bajo, como ávido de extenderse sobre el suelo que lo soportaba, sin torrecilla esbelta que realzase su construcción, sin huerto que lo sombreara ni campanario que elevase al cielo la cruz de su veleta: la puerta, claveteada de hierro, parecía de castillo, y a muy larga distancia no había en torno de los recios paredones árbol, planta, ni enramada alguna, cual si los jugos de la tierra se negaran a hermosear con su verdor la obra del egoísmo humano... Era la hora de salir las educandas externas: cerca de las tapias se veían parados varios carruajes, y otros, a cuyas ventanillas se asomaban cabezas de muchachas ávidas de aire libre, corrían en dirección a Madrid, donde, según lo lejano de aquel sitio, llegarían al cerrar la noche.

El Marqués sonreía cuando le hablaban de ampliar el sufragio. «¿Y qué? ¿no son casi todos colonos míos? ¿no me regalan sus mejores frutos? ¿los que me dan los bocados más apetitosos me negarán el voto insustancial, flatus vocis?».

Y así, v. gr., tratando de Pereda, todos dirán unánimes que es realista; pero muchos negarán, y yo con ellos, que deba contársele entre los naturalistas, por más que algunos de sus procedimientos de trabajo se asemejen a los que emplea y preconiza la novísima escuela.

¡Oh! ¡Si vieras qué envidia les tengo! Pero no, no me admitirán. ¿Te negarán ese favor si se lo pido yo?... He salvado del garrotillo al mayor de sus chicos. Los asisto de balde. Me llaman casi todos los días. Entonces les pedirás que me admitan... Hoy mismo; pero ya comprenderás que les he de responder de tu buena conducta. Cuidado... ¡Oh!, yo te juro... Lo que deseo es tranquilidad, paz...

¡Mar, tus olas no se abrieron para tragarme!... ¡Quisiste aquellas vidas y no quisiste la míaSi me tragases, mar, y no arrojases mi cuerpo a ninguna playaSi me sepultases en tu fondo y me guardases para ti!... ¡No me quisiste aquella noche, y soy más náufrago que esos cuerpos desnudos que bailan en tus olas!... ¡Tengo la pobreza y la desnudez y el frío de un náufrago! ¡No adonde ir!... ¡Si la muerte tarda, pediré limosna por los caminos!... ¡Y el mar, aquella noche, pudo caer sobre mi cuerpo, como la tierra de la sepultura, y no me quiso!... ¡Ya soy pobre! ¡Todo lo he dado a los monstruos! ¡Mi alma en otra vida, aquella vida de que huyo, también fué un mar, y tuvo tempestades, y noches negras, y monstruos que habían nacido de ! ¡Ya no soy más que un mendigo viejo y miserable! ¡Todo lo he repartido entre mis hijos, y mientras ellos se calientan ante el fuego encendido por , yo voy por los caminos del mundo, y un día, si no me quieres, mar, moriré de frío al pie de un árbol tan viejo como yo! ¡Las encinas que plantó mi mano no me negarán su sombra, como me niegan su amor los monstruos de mi sangre!....

Notó también que el Delfín se preocupaba mucho de ciertos recados o esquelitas que a la casa traían para él, mostrándose más bien temeroso de recibirlos que deseoso de ellos. A menudo daba a los criados orden de que le negaran y de que no se admitiera carta ni recado. Estaba algo inquieto, y su mamá se dijo gozosa: «Persecución tenemos; pero él parece querer cortar toda clase de comunicaciones.