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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Afortunadamente, le ha salido bien la treta; porque no necesito decirle que no tiene usted ningún pulmón lesionado: sólo hay un leve desorden en las funciones. Lo que usted tiene, salta a la vista de cualquiera, porque lo lleva escrito en el rostro: es la enfermedad del siglo XIX, y en particular de las grandes poblaciones. Está usted anémico.

En aquella idea vaciaba, como en un molde, todo lo bueno que ella podía pensar y sentir; en aquella idea estampaba con sencilla fórmula el perfil más hermoso y quizás menos humano de su carácter, para dejar tras una impresión clara y enérgica de él. «Si me descuido pensó con gran ansiedad , me cogerá la muerte, y no podré hacer esto... ¡qué gran idea!... Ocurrírseme tal cosa es señal de que voy a ir derecha al Cielo... Pronto, pronto, que la vida se me va...». Llamando a Encarnación, le dijo: «Chiquilla, vete corriendito al cuarto de abajo, y le dices a D. Plácido que le necesito... ¿entiendes?, que le necesito, que suba... Anda, no te detengas.

El joven se vio obligado a despedirse. Algunos días después de este suceso, a la hora de salir Andrés de casa por la tarde, su tío le retuvo, diciéndole con solemnidad inusitada: Andrés, necesito hablar contigo. El joven dejó otra vez el sombrero encima de la mesa, y mirando con sorpresa al cura se sentó.

La inutilidad de sus esfuerzos le llenaba de una inquietud inexplicable. Quizá Marta estuviera enferma, quizá las sacudidas de la víspera habían perturbado violentamente su sistema nervioso. Al asaltarle esta idea, corrió tras la sirvienta y le dijo: Ve a ver a la señora, y pídele las llaves de las piezas del aya. Las necesito en seguida, iré a buscarlas yo mismo.

debes ayudarme, y en ti confío; te necesito, Salvador; ¿estás pronto, hijo, a valerme? ¿Yo, señor?... Yo siempre estoy pronto a lo que usted mande. ¿Acaso mi vida no le pertenece a usted? ¡Oh, muchacho, qué cosas dices! Tu vida le pertenece a la humanidad, a la ciencia; le pertenece a la juventud, a la dicha.... vienes ahora, Salvador, yo me voy; me voy temprano.... ¡he vivido tan de prisa!

Y si le pruebo á usted que no está aquí ni ha venido, ¿qué creerá usted? Aun así no será posible arrancar la última raíz de mi recelo; aún no lograré la evidencia que necesito; evidencia que nada ni nadie me podrá dar. La adquirirá usted por su propio sentimiento. Hay cosas que se crean por revelación, que nada ni nadie puede destruir.

¿Qué hago yo aquí? se dijo . No parece sino que uno de estos gallegos me va a prestar cinco mil reales por mi cara bonita . Los barrenderos levantaban nubes de polvo que un sol anaranjado teñía del mismo color de la niebla que se arrastraba sobre los tejados. Pues lo que es uno de estos señores de escoba tampoco creo yo que me lo que necesito. ¿Qué hago yo aquí?

Usted no tendrá celos, ¿no es verdad? Siento únicamente que ese hombre haya muerto... porque al fin, viviendo él, hubieras sido su esposa... No hablemos nunca de esto más: nunca... nunca: ha sido una explicación precisa. Ahora, mi buen hermano, suplico a usted me diga cuál es mi aposento. Necesito descanso; reposo; he sufrido mucho.

Entre tanto, señor, seáis quien fuéreis, noble ó plebeyo, necesito saber vuestro nombre; necesito conoceros, para no dudar, para no creer que todos los que me hablan conocen mi desdicha. Cuando recibáis esta noche á las doce mi carta, entrad, entrad como habéis entrado hace poco, y hablaremos con la puerta de por medio, hablaremos y convendremos en lo que hayamos de convenir.

Tenéis razón; pero no fuí yo... fué un impulso superior á mis fuerzas... no hablemos más de eso... Pero en la situación en que me encuentro... Os salvaré de ella... Alguien habrá de saber... Dios, que lo sabe todo, vos y yo. ¿Y qué pensáis hacer? decidme. Por el momento, alejar á Esperanza de Madrid. Para eso necesito irme con ella, estar á su lado algún tiempo. ¡Ah! Un mes á lo menos.

Palabra del Dia

hociquea

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