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Actualizado: 12 de junio de 2025


En 1535, entraron en dicho estrecho algunos navios, amotinóse allí el equipage, y los hicieron naufragar. En 1539, entraron otros tres navios: el primero naufragó, el otro volvió de arribada, y el tercero pasó. Antes del Estrecho, á la entrada, formó una poblacion con el nombre de Jesus; y en ella dejó 150 hombres de guarnicion.

«Otra cosa se me ocurre indicó luego con la alegría del náufrago que ve flotar una tabla cerca de . Le diré a mi marido que estoy mala y que me lleve a vivir al pueblo ese donde ha cogido la herencia».

Una nueva vehemencia oratoria galvanizó al náufrago. «¿El señor también es catalán?...» Y sonriendo á Ferragut como si fuese una aparición celeste, emprendió otra vez la historia de sus infortunios. Era un viajante de comercio de Barcelona, y había tomado en Nápoles la ruta del mar, por parecerle más rápida, huyendo de los ferrocarriles, congestionados por la movilización italiana.

A lo que iba, iba; todos aquellos insultos le sonaban como le sonarían a un náufrago los que le arrojasen desde tierra.... Dos ideas llevaba clavadas en el cerebro con clavos de fuego: Ubi irritatio ibi fluxus decía una; y la otra: ¡estarán en la casa del leñador!

Mientras los barqueros desamarraban á toda prisa sus embarcaciones para operar el salvamento del náufrago, los perseverantes pescadores continuaban esperando tranquilamente el bienhechor movimiento que les advertía de la captura deseada. Por otra parte, ningún hombre es más fuerte que el pescador contra las adversidades del destino.

El gran terror de los piratas del Norte, la vida temblorosa de la sombría Edad Media, apagan todo eso, cuidándose de auxiliar los desembarcos. El mar hase convertido en objeto de terror: todo barco es un enemigo, y si se estrella, una presa. El pillaje del náufrago constituye una de las rentas del señor: es el noble derecho de fractura.

Un remedio á mi mal buscando en vano, ya me siento al piano y recorro con mano perezosa las teclas de marfil de uno á otro extremo, modulando en su marcha caprichosa extrañas melodías en las que siempre va del alma parte, llenas de extravagantes fantasías, sin hilacion, sin formas y sin arte, brillantes una vez y otra sombrías; canto salvaje que mi mente eleva sin que el arte lo cubra con su manto, que el viento nunca lleva á donde yo lo envío; notas de una oracion ó de un lamento que nadie escuchar quiere, y que van á perderse en el vacío ignoradas y solas, como el grito del náufrago que muere en el rumor de las revueltas olas.

La tierra fungosa se descarnaba como los huesos de Job; sobre la sierra se dejaba arrastrar por el viento perezoso, la niebla lenta y desmayada, semejante a un penacho de pluma gris; y toda la campiña entumecida, desnuda, se extendía a lo lejos, inmóvil como el cadáver de un náufrago que chorrea el agua de las olas que le arrojaron a la orilla.

Ferragut contempló á este joven. Su tipo físico y su acento le hicieron adivinar á un compatriota. ¿Es usted español? El náufrago contestó afirmativamente. ¿Catalán? prosiguió Ulises, en lengua catalana.

Recordó su beso, aquel beso que espeluznaba su dorso y doblaba sus piernas, haciéndolo descender como un náufrago contento de su suerte á través de un océano de delicias... ¡Y no lo recibiría más!... ¡Y su boca, que tenía un sabor á canela, á incienso, á selva asiática poblada de voluptuosidades y asechanzas, no era en aquellos momentos mas que un orificio negro que empezaba á servir de puerta á toda la gusanería de la putrefacción!... ¡Ah, miseria!

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