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Actualizado: 12 de junio de 2025


Ello era, que sin saber por qué, Ana, nerviosa, vio aparecer a don Álvaro como un náufrago puede ver el buque salvador que viene a sacarle de un peñón aislado en el océano.

Coger la catedral como el náufrago agarra un resto del buque, próximo ya a ahogarse: ésta era su esperanza, y acababa de realizarla. La iglesia le acogía como una madre vieja y adusta que no sonríe, pero abre los brazos. Por fin.... Por fin... murmuró Luna.

Pero al ver que Ojeda se molestaba por estas amabilidades, adivinando su malicia, abandonó todo disimulo, añadiendo con admiración: Compañero: le envidio y le tengo lástima. Es usted un valiente, ¡pero lo que se ha echado encima!... Antes del término del viaje deseará llegar a tierra, lo mismo que un náufrago que se ahoga. La comida de esta noche era con banderas y guirnaldas.

El Zapaterín pasó una mañana encerrado en el cuarto, aprovechando la ausencia de su madre, que trabajaba aquel día como asistenta en casa de un canónigo. Con la ingeniosidad del náufrago que, entregado a sus iniciativas, tiene que fabricárselo todo en una isla desierta, cortó un capote de lidia en la tela húmeda y deshilachada.

Era el marqués en extremo peludo, y la reina Isabel solía llamarle Robinsón Crusoe, porque, según aseguraba, sólo con la cara de su ministro plenipotenciario podía figurarse al famoso náufrago vestido de pieles en su isla desierta.

=CANCION de un náufrago al mar.= Enemigo que herido del Bóreas rigoroso, leon rugiente levantando el bramido, no has podido templar mi pena ardiente, porque de mi amor ciego con ser tanta tu nieve es mas el fuego.

El náufrago, acostumbrado antes á la tempestad, sostenido por su débil esquife, se adormía al bramar de las olas, le era indiferente que éstas le llevasen acá ó allá, estaba seguro de que un día le tragaría el mar, y estaba resignado.

Cumplió su palabra, y después de poco tiempo estuvo de vuelta; pero pretendiendo atravesar un gran brazo de río en tiempo que hacía gran viento, naufragó á nuestra vista, y apenas pudo salvar su persona, que cayó, por nuestra desgracia, en manos de los Payaguás, que le remitieron á los suyos.

Pero después volvió á quedar sumergida en su profunda ceguera. Las rodillas se le doblaban; el agua le habla calado toda la ropa; Batilo gruñía como un perro náufrago. A pesar del ruido de la lluvia, los gritos de las mujeres se sentían otra vez, discordantes, agudos, como confuso chirrido de pájaros nocturnos, resonando encima, allá arriba.

Y el náufrago, obsesionado por este recuerdo, apenas concedía importancia á las escenas siguientes: la lucha de la muchedumbre por ganar los botes; los esfuerzos de los oficiales para imponer orden; la muerte de muchos que, locos de desesperación, se arrojaban al mar; la trágica espera aglomerados en embarcaciones que apenas sobrenadaban unos centímetros sobre las aguas, temiendo un segundo naufragio á poco que se alborotasen las olas.

Palabra del Dia

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