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Actualizado: 12 de junio de 2025


Emma, con verdadero pánico, se agarraba, como un náufrago a una tabla, a la esperanza de que aquello era imposible. Aguado, con estadísticas que no necesitaba ir a buscar fuera de su clientela, demostraba que imposibles de aquella clase le habían hecho pasar a él muchas noches en claro.

Veintisiete años con más mundo que el que descubrió Colón, color sonrosado, ojos de más preguntas y respuestas que el catecismo, nariz de escribano por lo picaresca, labios retozones, y una tabla de pecho como para asirse de ella un náufrago, tal era en compendio la muchacha.

No, no lo puedo creer; no es cierto. -, señora; es cierto. Yo no puedo estar en esta casa ni un día más. Adiós, señora. Lázaro murmuró la devota, asiéndose al brazo derecho del joven como un náufrago que encuentra una tabla en momentos desesperados. ¡Usted se va ... se va! Y yo me quedo aquí para siempre. ¡Oh!, quiero morirme mil veces primero. El joven estaba confundido.

Y con esto entregaré á Dios el juicio últimoLa última prueba del náufrago acompaña al último suspiro.

No soy un náufrago, hija mía siguió diciendo con sonrisa amarga y como si no hubiese oído la interrupción de su prometida , no soy un náufrago que corriendo un temporal deshecho viene a refugiarse en tu puerto para abrigarse dentro de él.

Luchó, pues, con las ansias del que va a morir, con la desesperación del náufrago que disputa a otro el socorro de una tabla. Discutió las proposiciones del libro una por una. Era el combate de un niño con un atleta.

Su capacidad de alimentación sólo era comparable, según Isidro, a la de un náufrago que se salva o a la de un habitante de ciudad sitiada que se rinde después de varios años. Cuarenta generaciones de jornaleros hambrientos comían por su boca. En aquel mismo instante, mirando Ojeda hacia el paseo de babor, vio a Isidro que acababa de abandonar su conversación con las señoras y venía hacia él.

El doctor entró en detalles que abatieron la indiferencia y la ligereza del viejo. Se vio solo en el mundo y se estremeció de terror. Su voz bajó de tono y se cogió a la mano del doctor como un náufrago al último trozo de madera. Amigo mío le dijo , ¡sálveme! ¡Salve a la duquesa, quería decir! No tengo más que a ella en el mundo. ¿Qué sería de ?

Pero vamos adelante, mostrando mas fundamentos. En la vida del santo Padre Nicolas Mascardi se dice, que siendo Rector del Colegio de Chiloé, ahora 60 ó 70 años, viendo que en el archivo de una ciudad de Chile habia una relacion de dos españoles, en que decian que habian salido huyendo del Estrecho por un homicidio que habia sucedido en una poblacion de españoles que en dicho parage habia, formada de la gente que se perdió en no navío que naufragó, y cotejando con esta relacion las noticias que daban los indios, se determinó á ir en busca de ellos.

Yo no podía dormir... En vano regularizaba mi respiración, trataba de apaciguar mi pensamiento, me oprimía el pecho para contener sus latidos, ¡en vano!... ¡Yo no podía dormir! El insomnio acabó por vencerme y desmoralizarme. Me abandoné a él como un náufrago que pierde las fuerzas en la corriente.

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