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Siento no estar en Manila en esta ocasión, dije cuando concluyó Enriqueta de darme aquellos pormenores. ¿Y por qué lo siente V.? me replicó aquella. Lo siento porque quizás cuando V. vuelva á Manila encontrará secas y mustias las flores, mientras que si yo estuviese allí las hallaría cual las dejó.

También ahora tiene los ojos abiertos sobre la cabeza gentil de Carmen; pero la niña no juega ni borda en el salón; está en el jardín, hundiendo distraídamente la contera de su sombrilla en las hojas secas amontonadas por los senderos. El ábrego ha saltado brioso al amanecer, y ha despojado a los árboles de sus últimas galas, ya mustias.

Pausas, grandes pausas, notas largas, estertores musicales, lloriqueos de almas rotas, fusión de cosas amargas, y entre el lloro de las notas lamentables y solemnes, melancólicas y graves, un olor a flores mustias, un vuelo de negras aves cantando en el aire gélido la canción de las angustias. Pausas, grandes pausas.

Alza tu vista al cielo Y admira ese diamante, Que brilla rutilante Sobre tu blanca sien: Amiga, esa es la estrella Que unida á mi destino, Siempre alumbró el camino Que me condujo al bien. Ella es la precursora De las felicidades, Que en mústias soledades Me viene á consolar; La que al venir yo al mundo Lució en el firmamento, Cual si el divino aliento La hiciera allí brotar.

Los hombres, remangados de piernas y brazos, o desnudos, sin otra concesión al pudor que la faja, esa prenda que jamás se despega de la piel del labriego; las mujeres con las faldas a la cabeza, hundiendo en el barro sus tostadas y enjutas piernas de bestias de trabajo; todos mojados de cabeza a pies, con las ropas mustias y colgantes adheridas a la carne.

No faltará lector que extrañe una curiosidad tan pertinaz y tan impaciente; pero debo decir en nuestro abono, que la curiosidad es aquí todo nuestro oficio, amen de que media una mujer, una mujer jóven, vestida de luto, sola, triste: una mujer que tiene flores mústias en su balcon; una mujer cerca de la cual debe caminar alguna sombra; una mujer que ha de ser desgraciada. ¡Ojalá que pudiéramos nosotros evitar su desgracia! ¡Ojalá que pudiéramos hacer su dicha! ¡Ojalá que pudiéramos hacer que estuviese verde y lozana la flor marchita de ese solitario balcon!

Acaso aquel amor que subyugaba mi alma, aquel sentimiento inefable que ennoblecía mi espíritu y dirigía mis pensamientos hacia los propósitos más nobles, sería pasajero como la vida de aquellas flores que no bien fueran arrancadas del tallo se doblarían pálidas y mustias. ¡Sería cierto que el amor de Angelina estaba destinado a vivir eternamente! ¿Sería verdad lo que me dijo la joven, que pronto la olvidaría?... No, que la amaba yo con todo mi corazón, con toda la energía de mi alma.

Daban paso estos intersticios a unas súbitas ráfagas de claridad, que unas veces caían sobre las olas y otras sobre el campo, desapareciendo en breve, reemplazadas por la sombra de otras mustias nubes, cuyas alternativas de luz y de sombra daban extraordinaria animación al paisaje.

Soltaron las mustias ubres hasta su última gota de leche insípida, producto de un mísero pasto de hojas de col y desperdicios, y al fin Pepeta emprendió la vuelta á su barraca. La pobre labradora caminaba triste y pensativa bajo la impresión de aquel encuentro. Recordaba, como si hubiera sido el día anterior, la espantosa tragedia que se tragó al tío Barret con toda su familia.

El capitán andaba con triste vaivén, caídas las mustias plumas sobre el rostro lívido, sin otra preocupación que defender la vestimenta gloriosa de roces y manotones. ¡Respeto al uniforme!... Gallardo abandonó la procesión poco después de salir el sol. Había hecho bastante acompañando a la Virgen toda la noche, y seguramente que ella se lo tomaría en cuenta.