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La Regenta sentía más la soledad con tal compañía; aquellos criados indiferentes, mudos, respetuosos, sin cariño, le hacían echar de menos la humanidad que compadece. Petra le era antipática. La temía sin saber por qué. Para tranquilizarse un tanto, cuando las congojas nerviosas la invadían, preguntaba a la doncella: ¿Anda don Tomás por la huerta?

La torre tembló y quedó cuarteada, amenazando desplomarse de un momento á otro. Los sitiados, pálidos y mudos de terror, se asieron al parapeto y contemplaron los estragos de la explosión.

Tres cafres de allende el Pirineo caminan mudos y sienten dolor en su alma, al cumplir el deber cristiano que tienen de pronunciar esta justa censura. ¿Qué Plaza es esta? pregunta el brigadier, medio amostazado todavía por la aventura del café-concierto. Es la célebre Plaza de la Concordia. ¿Y por qué es célebre? Por dos grandes bautismos de sangre.

Los novios habían resuelto ir en coche para evitarse la curiosidad de la gente en la estación: además, la hora de los trenes no les pareció conveniente. Las seis mulas de tostado lomo corrían arrastrando a la pareja feliz hacia su nido. Los gritos de júbilo de los invitados y la rapidez de la marcha los embriagó por unos instantes: permanecían mudos sin saber qué decirse.

Las madres regañaban a los chicos porque sonaban sus pitos y sus panderetas, como temerosas de que a la hora precisa unos y otras se les quedaran mudos. Ofrecí mi brazo a la anciana. No, me contestó ¡voy mejor sola! Dáselo a la señorita.... Angelina no le rehusó, pero comprendí que le aceptaba por compromiso.

El alcalde, el alguacil, los serenos cayeron sobre él, poniéndole al pecho los chuzos, el estoque y el sable. Y a un tiempo gritaron todos: ¡Date, ladrón! El criminal levantó hacia ellos su faz despavorida, más pálida que la cera. ¡Ay, re... si es don Jaime, así me salve Dios! exclamó un sereno bajando el chuzo. Todos los demás hicieron lo mismo, mudos de sorpresa.

Ven acá, hija mía dijo alargándole una mano, mientras que con la otra obligaba a Amaury a permanecer en su asiento; ven y siéntate aquí. Ahora dame tu mano; Amaury ya me ha dado la suya. Antoñita obedeció. El doctor miró con gran ternura a ambos, que mudos y trémulos aguardaban, y después besoles en la frente, diciendo: He podido contemplar dos corazones generosos, y me alegro de lo que pasa.

Lo importante es comunicarse, manifestarse, darse a entender, siquiera sea por alusiones remotas, gestos mudos y palabras volanderas. Mas, porque no me importune nuevamente la silueta magistral e imperiosa del admirable don Amaranto, me doblegaré esta vez a seguir su pauta.

Cuando te levantas te saluda el comun desasosiego; mas mis quietudes santas no tienen el bullicio de ese fuego. Mis arroyos sonoros mudos me cantan en distintos coros. . . . Las perlas, los diamantes, sin esta joya de mayor tesoro, son riquezas errantes. Necio es el hombre que idolatra el oro; que el sosiego del alma es de esta vida victoriosa palma.

Entonces el cura dijo algunas oraciones, que fueron repetidas a coro por los asistentes arrodillados, y luego todos se retiraron. Sólo quedaron Durand y Grano de Sal. Y el sol había desaparecido hacía ya rato detrás de las montañas de Tregnier, mientras que los dos amigos aun continuaban sentados cerca de la tumba de Kernok, mudos y pensativos, con la cabeza oculta entre las manos.