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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Ni don Adrián ni don Claudio andaban por allí rato hacía, ni se columbraba alma viviente en diez cables a la redonda de aquellos hermosos sitios que, por lo solitarios y mudos, parecían encantados... Después del paseo El boticario se había puesto ya su gorro de terciopelo, y estaba sentado entre puertas viendo pasar a la gente elegante en dirección a la Costanilla para subir a la Glorieta.

El conferencista, a pesar de su modesta situación de ayudante, era admirado por muchos, como esos grandes actores que, aun permaneciendo mudos en un extremo de la escena, consiguen mayor atención que los que hablan y gesticulan en primer término.

Y cuando la puerta estuvo franca, como nada había ya que guardar allí, se volvió dejando la puerta abierta y murmurando por las escaleras: ¡Ya lo creo! con una mujer como esa ya puede uno hacer lo que le la gana. ¡Dios de Dios! en mi vida he visto otra tan hermosa. Entre tanto doña Clara y don Juan estaban estrechamente abrazados, mudos, en el primer momento de alegría.

El drama no había de durar más de catorce o quince minutos, la acción había de ser tan tremenda como rápida, y, salvo los comparsas y personajes mudos, sólo habían de figurar en él seis interlocutores, tres varones y tres hembras, todos los cuales habían de morir de desastrada y violenta muerte en la misma escena.

Debajo de un pañuelo de seda negro que cubría su cabeza, atado a la barba, asomaban trenzas fuertes de un gris sucio y lustroso; la frente era estrecha y huesuda, pálida, como todo el rostro; los ojos de un azul muy claro, no tenían más expresión que la semejanza de un contacto frío, eran ojos mudos; por ellos nadie sabría nada de aquella mujer.

Lo empujé cariñosamente. Acuéstate un momento... estás mal. Vezzera se recostó en mi cama y cruzó sus dos manos sobre la frente. Pasó un largo rato en silencio. De pronto me llegó su voz, lenta: ¿Sabes lo que te iba a decir?... Que no querías que María se enamorara de ti... Por eso no ibas. ¡Qué estúpido! me sonreí. , estúpido! ¡Todo, todo lo que quieras! Quedamos mudos otra vez.

Cirilo y Visita permanecieron mudos, estupefactos ante aquel extraño discurso. Deseo saber repitió al cabo de un instante, recalcando más las palabras , si en el curso que hasta ahora ha seguido nuestra amistad tienen ustedes algún motivo de queja contra .

Aquel edificio era un convento por sus dimensiones e invitaba a la melancolía. Yo acababa de llegar solo, casi abandonado a mi suerte. Durante el viaje había hecho el inventario de mi pasado; había recordado la muerte de mi padre, mi orfandad; no tenía más compañeros ni más amigos que dos retratos mudos que llevaba siempre conmigo; el de mi padre y el de mi madre.

Esa voz agria la estoy oyendo desde entonces: la oiré siempre, en mis mejores instantes, si continúo aquí. ¿Y la mirada de sus ojos?... Adiviné todos sus insultos mudos, la comparación rápida que hizo entre su miseria y mi aspecto de hombre fuerte y bien cuidado. Yo era para él un cobarde que pasea con mujeres, mientras los hombres están con los hombres, dando su vida por algo importante. ¡Bah!

Era en verdad interesante aquel cuadro, y digno de figurar en los anales de la ciencia: cuatro varones de más de cincuenta años, calvos y medio ciegos de tanto estudiar, maestros de maestros, congregábanse delante de aquel mocoso que tenía que hacer sus cálculos en la parte baja del encerado, y la admiración les tenía mudos y perplejos, pues ya le podían echar dificultades al angelito, que se las bebía como agua.

Palabra del Dia

hociquea

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