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Actualizado: 24 de julio de 2025
Le respetaban porque era el más valiente y el mejor vestido. Algunas mozas de vida airada, atraídas por la varonil belleza del Zapaterín, que ya iba en los diez y ocho años, y por el prestigio de su coleta, disputábanse en ruidosa competencia el honor de cuidar de su garbosa persona.
De ver era mirar como salian, Con mil disfraces hombres y las damas, Que aquel punto los indios se vestian, Los otros aun se estaban en sus camas. Algunas sus afeites se ponian, Sirviendo estaban mozas á sus amas, Y dejarlas huyendose á la calle A dó salen tras ellas de mal talle.
La curiosidad pecaminosa con que ella había mirado siempre a las vulgares mozas del partido, que se hacía enseñar, aquí se multiplicaba y como que se ennoblecía; y Emma quería adivinar olfateando, tocando, viendo, oyendo de cerca la historia íntima de los placeres y aventuras de la mujer galante y artista.
Al poco rato comenzaron á desembocar por el camino de Canzana numerosos grupos de este pueblo que se unían á los de abajo: las mozas buscaban á las mozas: los viejos á los viejos. Algunos jóvenes comenzaron á saltar bravamente por encima de la hoguera valiéndose de sus largos palos. Unos lo hacían bien y eran aplaudidos: otros se chamuscaban un poco y excitaban risa y algazara.
«Ello será de mal tono decía cosa de pobretes, pero todos mis convidados quedan contentos de tal servicio». «Porque tengo observado añadía que a las señoras no les gustan, por regla general, los criados; no se fijan en ellos, y a los hombres siempre les gustan las buenas mozas, aunque sea en la sopa». Paquito había acogido con entusiasmo la innovación de su mamá diciendo: «¡Eso es!
Luego que llegó á Venecia, se echó á buscar á Cacambo en todas las posadas, en todos los cafés, y en casa de todas las mozas de vida alegre; pero no le fué posible dar con él.
Artegui retiró aprisa su mano de la asilla del vidrio, donde la apoyaba, y la niña miró atónita a su alrededor. Notó que hacía fresco, y abrochó su cuello y anudó su corbata. Hombres con boina, mozas con el pañolito atado tras del moño, una marea de viajeros de diversa catadura y condición social, se empujaba, se codeaba y bullía en la ancha estación.
En el Círculo Caballista, hasta los señoritos más alegres olvidaban los méritos de sus jacas, los excelencias de sus perros y el garbo de las mozas cuya propiedad se disputaban, para no hablar más que de aquella gente tostada por el sol, curtida por los penalidades, sucia, maloliente y de ojos rencorosos que prestaba los brazos a sus viñas.
Daban estos gritos dos mozas en cueros, que corrian con mucha ligereza por la pradera, y en su seguimiento iban dos ximios dándoles bocados en las nalgas. Movióse Candido á compasion; habia aprendido á tirar con los Búlgaros, y era tan diestro que derribaba una avellana del árbol sin tocar á las hojas; cogió pues su escopeta madrileña de dos cañones, tiró, y mató ámbos ximios.
Donde, como fuese acabada, el Inca ordenó é mandó que se hiciese otra fiesta, segun que las que ya os hemos contado, en la cual fiesta participasen é gozasen della ansí los señores como los demás sus súbditos; en la cual fiesta estuvieron treinta dias; en fin de los cuales mandó el Inca que luego saliesen de la ciudad del Cuzco cierta suma de orejones, los cuales fuesen por las tierras de aquellos señores que allí eran é supiesen é le trujesen por cuenta qué suma habia en las tales tierras é pueblos de mancebos solteros é mozas solteras, mandándoles á los caciques é principales que inviasen á hacer saber á sus mayordomos, llactacamayos que ellos llaman, que aquella era su voluntad é mando, é que luego con toda brevedad les dijesen é diesen la cuenta á los tales orejones de lo que se enviaba á saber, los cuales con toda brevedad volviesen; todo lo cual fué ansí hecho é despachado.
Palabra del Dia
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