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Actualizado: 6 de octubre de 2025
Fray Miguel contestó: Pretendo que seas conmigo franco y leal, como yo lo he sido contigo. Yo abrí para ti los más escondidos senos de mi alma y te mostré todos sus arcanos. Nada te oculté ni de mis pensamientos ni de mis pasiones. Mi espíritu, lleno de confianza en ti se te rindió por completo. Derecho tengo a que tú también seas franco y leal conmigo.
Y mostré a la abuela con el gesto la linda silueta que reflejaba el espejo del armario de familia, una silueta a lo Legouvé. Blanca y delgada, con mi gran peinador de mañana, no tenía yo verdaderamente el aspecto de una triste solterona.
Me lancé hacia ella y lloré sobre su hombro, apretando convulsivamente el plato con la mano izquierda. ¿Qué tienes, querida? me preguntó acariciándome. En toda la casa eras la única que conservabas tu buen humor, y ahora... Me armé de valor y, acercándola a la luz, le mostré el plato.
Viome harto bien, y yo mostré, desde lejos, el billete de vuestra merced; pero mandome decir que se estaba aderezando para salir al estrado, y que no podía en ese momento ocuparse de esquelas. ¿Eso dijo? Eso, señor. ¿Y no mandaste, al menos, el billete con alguna criada? ¿Y si vuestra merced se enfadaba, luego, conmigo? Poniéndose en pie, el mancebo repuso: Enfádome agora de veros tan necia.
Un cuarto de hora después, salía de allí llevando en la mano un estuche que mostré al conserje, para que viera que efectivamente era de mi propiedad, y en el fondo de la bolsa de mi abrigo un bulto pequeñísimo, envuelto en gasa. Eso naturalmente no lo vió el buen hombre. Matilde estaba ya en su lecho, cuando fuí a darle las buenas noches.
Al oírla me sonreí y quitándome el casco mostré al pueblo mi roja cabeza, acto que fue acogido con grandes aclamaciones. Cabalgando solo, el paseo era mucho más interesante para mí, porque podía oír los comentarios del pueblo. Parece más pálido que de costumbre dijo uno. Y tú parecerías un espectro si llevaras la vida que él hace fue la irrespetuosa respuesta de otro.
En vano le dije que sería mi mujer; en vano le dije que la adoraba con profundísimo amor; también le mostré mi dinero, prometiéndole gastar una buena parte en huir para siempre de Madrid y de España, si así lo deseaba. ¡Infeliz de mí!
Las primeras palabras de ella fueron dirigidas a dar las gracias a la señora por la cortesía que usaba recibiéndome en su casa. Tuve ocasión, a este propósito, de deslizar algunas lisonjas que le supieron a almíbar a mi futura mamá, como luego pude conocer. Entrando después en el asunto, me mostré enteramente seguro de casarme con Gloria. Lo di como cosa indiscutible.
Alcela en alto y la mostré a su dueño haciéndole seña de que iba a subir para entregársela. Y sin más dilaciones entro en el portal, subo la escalera y tomo el cordón de la campanilla... Ya está abierta la puerta. Mi lindo agresor asoma su rostro trigueño, gracioso, lleno de vida y frescura, y extiende sus manos diminutas, en las cuales deposito respetuosamente a la muñeca desmayada.
Y con la fotografía que yo os mostré, a ti y a Vázquez terminó triunfalmente Coca. ¡Cuántas convicciones, cuántas historias, reposarán sobre bases no menos falaces!... Porque para los futuros historiadores hará plena fe la documentación del periodismo y de los archivos tandilenses. ¿Quién dudaría de la tan probada existencia y hechos no menos comprobados del capitán Pérez?...
Palabra del Dia
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