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Actualizado: 10 de octubre de 2025


Esta escena ha sido imitada por Tirso de Molina en La prudencia en la mujer, y por Calderón en El mayor monstruo los celos; por lo menos, en ambos domina la idea de convertir á un retrato en ángel protector de una vida amenazada.

El criminal, perdido ya sin remedio, sucumbe poco después en un combate, y el drama termina con el espectáculo que ofrece su alma, cercada de llamas, en su viaje á los infiernos. Si Tirso de Molina no hubiese escrito otra obra, sólo por lo patético, y el ingenio que distingue á ésta, no se le podría negar con justicia el nombre de gran poeta.

Se cobra tarde y mal, cuando se cobra. De modo que no os hagáis muchas ilusiones. Cuando Juan Pablo venga a Madrid irá a Molina de Aragón a enterarse del testamento y recoger lo que es vuestro». Pues que vaya inmediatamente dijo Maximiliano dando una palmada sobre la cómoda ; pero aquello de llegar y en la misma estación coger el billete y zas... al tren otra vez. Hombre, no tanto.

Son excepciones de esto, de época anterior, las que se encuentran en algunas comedias de Tirso de Molina, por ejemplo, en la de Escarmientos para el cuerdo, y en algunas de las de Lope de Vega, como en Las bizarras de Belisa. Véase el siguiente diálogo, especie de duo: ADOLFO. De parte de la nobleza Yo... CELIO. Y yo de parte del pueblo... ADOLFO. Vengo á saber de los dos...

Adriana, sin hablar, abrazó y besó a su tío. Parecía mucho más tranquila que Raquel, cuyos ingenuos ojos verdes tenían algo de doloroso y de adusto bajo el triángulo de blancura que dejaban sobre su frente los cabellos lacios. Como Adriana, un momento después, quisiera marcharse, el señor Molina la retuvo. Si no tiene apuro, hijita, venga para acá.

En Los amantes de Teruel desenvuelve un argumento, puesto antes en escena por Andrés Rey de Artieda, y objeto también de los trabajos dramáticos de Vicente Suárez y de un poeta anónimo, según consta del tomo II de las comedias de Tirso de Molina.

La ilustre fregona, para una de igual título de Lope de Vega, otras dos de Vicente Esquerdo y Cañizares, y La hija del mesonero, de Diego de Figueroa y Córdova. El licenciado Vidriera, para otra de igual título de Moreto. La señora Cornelia, á Tirso de Molina para su comedia Quien da luego da dos veces. El celoso extremeño, para dos de igual título de Lope y Montalbán.

Bajó los ojos, nerviosamente se ajustó el sombrero, tomó a Raquel por la cintura y ambas salieron. ¿Viste? Contigo también ha cambiado. El señor Molina, inquieto, asombrado, se puso a cavilar en silencio. Aquella sobrina que tanto quería y tanto había regalado desde pequeñuela, surgía ahora para él, repentinamente, como un mundo cerrado.

No creo se tuvo gran cuidado al redactarse en las relaciones ciertos apellidos, que por su respetabilidad y personificación debían estar á nuestro juicio á salvo de todo ridículo, y ridículo, y no poco es ver á un Guzman el Bueno jugando al gallo, y á una Isabel de Marcilla en complaciente bichara, con un Tirso de Molina ó un Lope de Rueda.

Un parque de eucaliptos rodeaba el espacioso y antiguo caserón de la estancia, hecho al estilo colonial: gran patio con aljibe en el medio y un techo de tejas recaído sobre la galería exterior. Era el señor Molina un hombre de hábitos señoriles y sencillos. Apegado al recuerdo del Buenos Aires viejo, aceptaba, sin amarlas, todas las innovaciones modernas y el espíritu de las actuales costumbres.

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