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Actualizado: 10 de octubre de 2025
La censura que ejercía el príncipe de Esquilache era puramente literaria, y a fe que el juez no podía ser más autorizado. En la plévade de poetas del siglo XVII, siglo que produjo a Cervantes, Calderón, Lope, Quevedo, Tirso de Molina, Alarcón y Moreto, el príncipe de Esquilache es uno de los más notables, si no por la grandeza de la idea, por la lozanía y corrección de la forma.
La opresión del epigastrio se le hizo más ligera, y se acabó de tranquilizar al oír esto: «La noticia no ha de afectarte mucho. ¿Para qué tanto rodeo? Tu tía doña Melitona Llorente ha pasado a mejor vida. Mira la carta en que me lo dice el señor cura de Molina de Aragón. Murió como una santa, recibió todos los Sacramentos y dejó treinta mil reales para misas».
La primera noticia que de la herencia tuvo Juan Pablo diósela su tía paterna por una carta que le dirigió a Bayona. Preparábase a volver a España, y la carta aquella con la noticia que llevaba aceleró su vuelta. Entró por Santander, se fue a Zaragoza por Miranda y de allí a Molina de Aragón.
Comenzó a hacer apuntes, bocetos, manchas de color, y ya iba dando vida real a los pensamientos soñados en el delirio creador, cuando el deán cayó enfermo, sin llegar a ver nada de lo que el artista había hecho. Entonces Molina, para trabajar a gusto, decidió no recibir a nadie hasta tener las cuatro figuras acabadas: nadie había de verlas mientras no las viese el señor deán.
El extremo, á que llegó en esta parte la licencia, lo demuestran, entre otras, las comedias de Tirso de Molina, é innumerables entremeses burlescos de diversos autores.
D. Pedro Valerio Albano, se dijo: Que se conformaba en todas sus partes con el voto del Sr. D. Cornelio Saavedra. Por el Sr. D. Juan Fernandez Molina, se dijo: Que reproducia el voto del Sr. D. Martin de Ochoteco. Por el Sr. D. Pedro Martinez Fernandez, se dijo: Que reproducía el voto del Sr. Dr. D. Bernardo de la Colina. Por el Sr.
La historia de los amantes de Teruel, tan patética y popular en España, que sirvió después á Tirso de Molina y á Montalván , forma su base, y la vigorosa pintura de los afectos y la profundidad del sentimiento de toda ella, dan prueba del eminente talento poético de su autor.
Vivía absorbida por el ambiente social, y para las fiestas de caridad era una secretaria activísima y no hallaba tiempo de cumplir con todos los compromisos que se imponía. Adriana tenía de ella una impresión semejante a la que le sugerían las personas de la familia de su tío Ernesto Molina: que carecía, en cierto modo, de verdadera alma.
No me dejó hasta la puerta y me prometió enterarse de todo, «porque sacar algo de mí estaba visto que era imposible». Tomé, al fin, el camino de la calle de Argote de Molina. Según me acercaba a ella, se iba desvaneciendo la negra bruma de odio y de tedio que la desvergüenza del malagueño y la fatuidad de la de Anguita habían echado en mi espíritu.
Schlegel, por su parte, según él mismo declara, sólo tenía noticia muy imperfecta de las comedias de Lope de Vega, y ninguna de las de Tirso de Molina, Alarcón, Guevara y otros muchos.
Palabra del Dia
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