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Actualizado: 10 de octubre de 2025
La dolencia de éste fue larga; en, tanto que duró no permitieron los médicos, por ahorrarle cavilaciones, que se le hablase de la restauración del templo, y aunque así no fuera, nada hubiera podido saber de lo que hacía Molina, porque el artista con nadie hablaba de su obra ni toleraba visitas. En cuanto el deán se puso bueno, su primera salida fue para ir al estudio.
Pero lo cierto es que los contemporáneos del poeta no se escandalizaban de asistir á la representación de sus obras; que el mismo autor pertenecía á una orden monacal; que profesaba principios rígidos y severos; que existía una censura vigilante, á cuyo examen se sometían todos los escritos que habían de darse á la prensa, y que el cargo de censor estuvo siempre desempeñado por eclesiásticos, por lo cual no puede menos de sorprendernos, al leer en una de las licencias expedidas para la publicación de las obras de Tirso de Molina, «que nada se contiene en ellas que se oponga á las buenas costumbres ni comprendan ningún ejemplo pernicioso para la enseñanza de la juventud.» Es de presumir, á pesar de esto, que algunos escrúpulos hubo de sentir el poeta fraile, allá en los repliegues de su conciencia, cuando sólo con nombre fingido permitió que circulasen sus comedias, publicando otras muchas obras suyas con el verdadero.
A los dramas de esa época, que se habían conservado tradicionalmente en los repertorios de los teatros, se han añadido otros muchos que habían desaparecido de ellos, y algunas de las comedias inimitables, de Tirso de Molina especialmente, se han puesto otra vez en escena con extraordinario éxito.
Preso ya aquel pájaro, no tardó el monedero Juan Ruíz en caer en las garras de la justicia, capturándolo el mismo don Cándido Molina Sotomayor á las pocas noches en la plazuela del Horno, después de arriesgados trabajos.
Hacía tres noches que no iba por no encontrarme de frente con Suárez. A las altas horas di algunos paseos por la calle de Argote de Molina y volví a sentir un placer intenso viendo la reja de Gloria cerrada. Amaneció, al fin, el día 20 de agosto, memorable en el curso de esta verídica historia. Amaneció brillante como todos los anteriores, más que los anteriores, a mi juicio.
Le había escrito a la estancia del señor Molina sin recibir contestación; entregó una carta, el ultimátum, a Raquel, suplicándole que la hiciera llegar a manos de Adriana; por fin, la víspera de ese viernes, Charito González le dio la seguridad de que ella vendría expresamente de la estancia. Subió Muñoz la escalera de la casa con emoción indescriptible.
La catedral se quedó con las pechinas en blanco, y Molina vendió los lienzos a un inglés. Pasado algún tiempo, el deán cogió una pulmonía en el coro, y el pintor se volvió tísico, muriendo ambos con diferencia de unas cuantas horas.
Toda aquella tarde dominaron en el espíritu de la joven las ideas optimistas, porque él se dejó decir algo de su herencia, de tierras e hipotecas en Molina de Aragón, asegurando que sus viñas podían darle tanto más cuanto. Por la noche avisaron para que les trajeran café, y vino el mozo de la Paz con él. Olmedo y Feliciana entraron de tertulia.
En medio de sus dolores cefalálgicos, el infortunado joven se caldeaba más la mente arbitrando remedios o paliativos de la ansiedad que le dominaba. A poco de vomitar, dijo a su mujer: «Se me ocurre una idea que resolverá las dificultades... Nos iremos a Molina de Aragón, donde tengo mis fincas. Abandono la carrera y me dedico a labrador... Quieres, ¿sí o no?
Cristóbal de Mesa. Esteban Manuel de Villegas. Bartolomé Leonardo de Argensola. Cristóbal Suárez de Figueroa. Triunfo del partido nacional contra los galicistas. 329 CAPÍTULO XXIV. Diego Jiménez de Enciso. Juan Pérez de Montalván. 367 CAPÍTULO XXV. Tirso de Molina. Su Apología de la Comedia Española. Sus obras dramáticas en general. 389
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