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Actualizado: 10 de julio de 2025


" Alberto Espinosa y Ramos. " Ramón O'Farrill y de Miguel. " Enrique A. Varona y del Castillo. " Rafael Santamaría y Vila. " Arístides Hernández y Rodríguez. " Virgilio Acosta y Acosta. " Manuel Escribano y González. " José Trescerra y Pujada. " Joaquín Silveiro y Saena. . Teniente. Joaquín A. de Oro y Vizcaino. Capitán. Augusto W. York y Brooks. Comandante. Antonio Luaces y Molina.

En el viaje Desde Toledo a Madrid, del maestro Tirso de Molina, apenas había caminado legua y media y llegado a las ventas de Olías, cuando exclama la melindrosa Doña Mayor: nunca imaginé que era tan largo el mundo. En cambio, el egregio poeta Leopardi prorrumpe en amargos lamentos porque el mundo le parece muy chico.

Llamábase Molina y en él estaban reunidas y ponderadas de tal suerte y en tan justa medida la ilustración, las facultades reflexivas y las condiciones de pintor, que sabía estudiar, convertir el estudio en inspiración, madurar el pensamiento, y luego darle forma, haciendo que en su pintura hubiese idea y que ésta no quedara empequeñecida por mal interpretada.

Hasta los que menos conocen las obras de Tirso de Molina saben perfectamente que él fué el primero que presentó en el teatro la célebre historia de El Burlador de Sevilla y Convidado de piedra, que, por su plan y desarrollo, debe clasificarse entre sus obras menos importantes, aun cuando se noten en ella ciertos rasgos propios sólo de un poeta de primer orden.

En El encanto sin encanto, como antes dijimos, ha utilizado Calderón un plan dramático de Tirso de Molina, si bien hemos de confesar, sin menoscabar en lo más mínimo la fama de tan célebre poeta, que, á nuestro juicio, el trabajo de su predecesor es de mucho más mérito que el suyo.

5 El loco en la penitencia y tirano más impropio, de un ingenio de esta corte. 6 Contra su suerte ninguno, de Jerónimo Malo de Molina. 7 Vencerse es mayor valor, de los Figueroas. 8 El más ilustre francés, San Bernardo, de D. Agustín Moreto. 9 El escándalo de Grecia contra las santas imágenes, de D. Pedro Calderón. 10 No se pierden las finezas, de D. Andrés de Baeza.

Más que nunca tuvo la sensación de que Charito, como la familia de su tío Ernesto Molina y como su madre misma, no tenían conciencia de los grandes misterios... Y que tampoco la tenían las innumerables personas absorbidas por la vanidad de la vida mundana, devoradas por ella, agitadas como muñecos en la constante preocupación de figurar.

Aquella noche tuve la flaqueza, que acaso el lector encuentre perdonable, de irme a eso de las once y media hacia la calle de Argote de Molina. Cuando emprendí el camino no sabía fijamente qué es lo que allí iba a hacer. Muy pronto quedó determinado en mi cerebro. Avancé cautelosamente por ella, y al llegar al recodo desde donde podía verse la casa de Gloria, me detuve. El corazón me daba saltos.

Mientras esto tenía lugar, continuando siempre mis indagaciones en los archivos de los Porhoet había puesto la mano como dos meses antes de mi salida del castillo sobre una pieza singular, cuyo texto literal era el siguiente: «Don Felipe, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Aragón; de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Algeciras, de Gibraltar, de las islas Canarias, de las Indias Orientales y Occidentales, islas y tierras firmes del mar Océano, Archiduque de Austria, Duque de Borgoña, de Brabante y de Milán, Conde de Habsburgo, de Flandes, del Tirol y de Barcelona, señor de Vizcaya y de Molina, etc., etc.

El registro en casa de la mujer dió por resultado que se le encontrasen efectivamente una gran cantidad de reales de plata de á ocho y de á cuatro, siendo falsas todas las monedas, las cuales se recogieron, y para no perder tiempo, como hombre listo que era, enviada la moza á la cárcel, corrió el alcalde de la justicia, don Cándido Molina, á la calle Azafrán, donde pensaba encontrar al Juan Ruíz.

Palabra del Dia

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