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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Ante aquella idea experimentaba tal sufrimiento por no saber á qué atenerse, que quiso, aun á riesgo de perderse, ver á aquel hombre, verle de frente, mirarle hasta el fondo del corazón para descubrir su pensamiento verdadero... Levantó los ojos y miró. Al alcance de la mano, más pálido aún por aquellas emociones contenidas, y al lado de Tragomer grave y atento, reconoció á Jacobo. ¡Era él!
Bien se le conocía a Salvador la emoción que sentía al verse delante del guerrillero, y este, que no esperaba hallar en el semblante de su mortal enemigo otra cosa que desconfianza y altanería, se sorprendió al mirarle cohibido y algo acobardado, mas no sospechó la razón de esta mudanza. Mandole sentar y un buen rato estuvieron los dos mirándose, sin que ninguno se decidiera a hablar el primero.
Este hecho, cuidadosamente observado, produjo en el infeliz muchacho indecible melancolía. ¡Haber comprado aquellos ojos con su mano, su honra y su nombre para que se empleasen en mirar a una silla antes que en mirarle a él! Esto era tremendo, pero tremendo, y cierto día agitó su alma un furor insano; mas no quiso manifestarlo, y lo desahogó a solas mordiéndose los puños.
No sirve ya díjole ésta después de mirarle un momento ; puede usted tirarle, si quiere. Y Leto, sin más ni más, le tiró, por pura obediencia. Ya se ve el balandro dijo al mismo tiempo. ¿Cuál es? preguntó Nieves. La única embarcación de aquellas cuatro, que está aparejada. ¡Cuánta vela tiene! Cuantas hay en casa.
Mi tío parecía distraído, y yo, temiendo contrariarle, me contentaba con mirarle de vez en cuando a hurtadillas. »Está muy cambiado, aunque para las personas indiferentes tal vez pasaría inadvertido este cambio. Pero a mí no se me oculta: yo veo más arrugas en su frente, menos brillo en su mirada y más preocupación en toda su actitud.
Desde entónces la reyna empezó á mirarle con una complacencia que podia acarrear graves peligros á ella, á su augusto esposo, á Zadig y al reyno entero, y Zadig á creer que no es cosa tan dificultosa vivir feliz. El generoso.
¡Ya comienza usted con sus concepciones patológicas! repuso el presidente . En ese caso deberíamos comenzar por examinar las facultades mentales del adjunto del fiscal. ¡Tenga usted la bondad de mirarle! El adjunto del fiscal, un joven con alto cuello postizo y fino bigote, parecido de un modo extraño al acusado, se esforzaba hacía largo rato en atraer sobre su persona la atención del tribunal.
Y como el morito, acometido de violentísimas picazones en brazos y pecho, hiciera garras de sus dedos para rascarse con gana, la ribeteadora se acercó para mirarle los brazos, que había desnudado de la manga. «Lo que tiene este hombre dijo con espanto es lepra... ¡Jesús, qué lepra, seña Benina!
La orgullosa dama se contentó con decir, sin mirarle: "Hola, Rafael", y se dirigió rápidamente a la escalinata. ¿Cómo está papá? preguntó al criado que halló en el recibimiento. Tan aturdido quedó que no pudo responderle inmediatamente. ¡Vamos, hombre! repitió con impaciencia . ¿Qué tal papá? ¿Está en las oficinas o en sus habitaciones?
Empezó a mirarle de mal ojo, y a bullir en su cabeza la idea de que aquél, so capa de protegerle, tenía la mira puesta en el señorito de Madrid, trabajaba astutamente por encenderle con la contrariedad y hacerle caer en una trampa de donde saliese comprometido y obligado por las leyes divinas y humanas a casarse con su hija.
Palabra del Dia
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