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Actualizado: 16 de noviembre de 2025


Con Francisco de Sierra hubo tenido Palabras, atencion pido á mi cuento, Que no fué aquesta cosa fabulosa, Antes la juzgo yo por milagrosa. Aqueste Sierra era muy honrado, Y de los naturales muy querido, Hombre de presumpcion y muy soldado, Por donde era de todos muy temido.

Y ese mismo valor heroico, cuya aptitud milagrosa concedemos, en algunas ocasiones decae, y hasta fallece cuando faltan en la colectividad o en el individuo los materiales recursos, la destreza en las armas y todos aquellos medios de defensa y de ofensa que son ahora más complicados y costosos que nunca y que requieren constante estudio y largo aprendizaje para que sean bien empleados.

Y como estos dioses rudimentarios eran temidos en la proporción en que habían sido poderosos y temibles en vida, los caudillos sobresalientes deslucían a los comunes en la imaginación de los sobrevivientes, como el sol a las estrellas durante el día, relegándolos a subdioses, y magnificados aquéllos después por la leyenda, vinieron a ser dioses locales o tribales, dioses nacionales más tarde, con el triunfo de su tribu sobre otras tribus, dioses universales, finalmente, y por el mismo proceso de abultamiento fantástico que en la antigüedad griega levantaba la reputación de poder sobrenatural de una estatua particular de Júpiter, de Venus o de Minerva, sobre todas las restantes, y que en la actualidad católica y cismática destaca la reputación milagrosa de una entre los millares de imágenes o de estatuas de la Virgen o de los santos, sobre todas las de un país, como sucede con la de San Nicolás de Rusia, o con la de Luján entre nosotros, o sobre la de todos los países como ocurre con la de Lourdes en Francia.

En cuanto naciese el hijo». Más hubo. Reyes se hizo supersticioso a su manera; y si bien desechó por absurda, aunque simpática y bella, la idea de hacer una promesa a la Virgen del Cueto, imagen milagrosa de las cercanías, decidió sacrificar al buen éxito del parto todos sus vicios, todos sus pecados. «La estricta moralidad, pensó, será para , como si dijéramos, Nuestra Señora del Buen Parto». Hizo examen de conciencia, y no encontró más pecado gordo que el de las cartas adúlteras.

En ocasiones extraordinarias, hay otras faenas y diversiones que dan a todo más animación, como en tiempo de la siega, de la vendimia y de la recolección de la aceituna; o bien cuando hay feria y toros aquí o en otro pueblo cercano, o bien cuando hay romería al santuario de alguna milagrosa imagen de María Santísima, a donde, si acuden no pocos por curiosidad y para divertirse y feriar a sus amigas cupidos y escapularios, más son los que acuden por devoción y en cumplimiento de voto o promesa.

Al quedar hecho pedazos, la veleta del entusiasmo había girado del lado de Inglaterra. Ahora era América, tanto más milagrosa y omnipotente cuanto mal conocida. Sonaba en todas las conversaciones el nombre de un americano, lo mismo en los tés elegantes que en los cafetuchos del pueblo; el único americano conocido en Europa: el inventor Edisson. El lo arreglaría todo.

No oía al jesuita, oía la elocuencia silenciosa de aquel hecho patente, repetido siglos y siglos en millares y millares de pueblos: la piedad colectiva, la devoción común, aquella elevación casi milagrosa de un pueblo entero prosaico, empequeñecido por la pobreza y la ignorancia, a las regiones de lo ideal, a la adoración de lo Absoluto por abstracción prodigiosa.

Esta lectura milagrosa había ejercido notable influencia sobre toda la casa. El viejo dormía en su sillón, las moscas en el cielo raso y los pájaros en sus jaulas, allá abajo, en la ventana. El gran reloj repetía con insistencia monótona su acompasado tic tac, tic tac.

Le pedían que volviese, como si su presencia, siendo milagrosa, pudiera sujetar las fuerzas naturales. Entró en la Presa con un frío glacial. Volvió á enfundarse en un gabán de chófer con los pelos afuera que había usado siempre en los días rudos del invierno. La población estaba casi desierta. Las casas de madera, que eran las más fuertes, tenían cerradas puertas y ventanas.

Conversión de los Morotocos y Quíes, y descubrimiento de nuevo camino para estas Misiones por el río Paraguay II 89 Conversión milagrosa de un hechicero en la Reducción de San Joseph I 148 Conversión de los indios Chanés á la fe de Jesucristo I 32 Conversión de los Manacicas I 254 Correrías de los indios Chiquitos en busca de infieles que convertir á la santa fe II 196

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