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Era inevitable combatir hasta la muerte o hasta lograr milagrosa victoria. Los sitiadores dieron sin tardanza un furioso asalto por la fachada de la quinta, pugnando por derribar la puerta. Morsamor y los suyos se defendían con valor y con tino, causando en los sitiadores grande estrago y haciendo repetidas veces que retrocedieran, poseídos de terror.

En varias ocasiones ha buscado su mirada y casi solicitado su aprobación; y la deliciosa Francisca, encantadora de ingenuidad y de modestia, sonreía, decía algunas palabras sin incorrecciones, se callaba y bajaba los ojos... Hasta he notado que le sale muy bien ese juego de miradas... Qué milagrosa conversión... No he podido menos de hacérselo observar: Dime, Francisca, ¿se trata de una apuesta?

He visto fanáticos que no tenían más Dios que Carlsbad, esa milagrosa reunión de las aguas más contradictorias. He visto devotos de Baréges; y yo mismo tuve el ánimo turbado ante los hirvientes fangos do hormiguea el agua sulfurosa de Acqui, obrando por misma con extrañas pulsaciones que sólo se notan entre los seres animados.

Y el desterrado queda solo junto al fuego, pensando en su inmensa soledad. Ni hogar, ni familia, ni la espada milagrosa que le prometió su padre el Lobo. Y cuando apunte el día, de la cabaña que le cobija, saldrá el enemigo que ha de darle muerte.

Yo había soñado una vida venturosa al lado de este hombre que me enamora; yo me veía ya elevada hasta él por obra milagrosa del amor; mi pobre inteligencia en comunión perfectísima con su inteligencia sublime; mi voluntad siendo una con la suya; con el mismo pensamiento ambos; latiendo nuestros corazones acordes. ¡Dios me lo quita y se le lleva, y yo me quedo sola, sin esperanza ni consuelo! ¿No es verdad que es espantoso?

Inclinose con gran acatamiento cuando hubo llegado a la mampara, y luego esta se abrió y se cerró, desapareciendo el familiar, con lo cual doña Guiomar se volvió presurosa, y sin miedo a los duendes, por la milagrosa medalla que llevaba al cuello, a su retrete, donde, como se ha dicho, y en un cuarto que a él daba, había dejado encerrado al su desconocido amante, que la tenía tan sin vida.

El ermitaño se acercó a ella con la obsequiosidad de un tendero que ensalza los géneros del establecimiento. ¿Iba aquello mejor? ¿Probaba la visita a la Virgen?... La pobre enferma, cada vez más pálida, revelando con una mueca de dolor las terribles punzadas que sufría en sus entrañas, no se atrevía a contestar por miedo a ofender a la milagrosa señora. «¡No sabía!... ... realmente debía estar mejor... ¡Pero aquella subida!... Esta promesa no había dado tan buen resultado como las anteriores, pero tenía fe: la Virgen sería buena para ella y la curaría».

Frecuentemente, antes de emprender un largo viaje marítimo, los marinos suben en peregrinacion á la capilla para hacer ofrendas á la virgen milagrosa y pedirle proteccion. Otras veces un voto, hecho en los momentos solemnes del peligro, en las soledades del Océano, es lo que va á cumplir sobre la árida montaña ese sér indiferente a todo, connaturalizado con la tempestad, que se llama un marino.

Las primeras nunca suceden sin un verdadero milagro; y aunque es cierto que Dios hace milagros, pero tambien lo es que no son tantos como el vulgo literario presume: de manera que siendo preciso exâminar la operacion milagrosa con mucha diligencia para asegurarnos, el mismo cuidado se ha de poner en averiguar las apariciones sensibles antes de creerlas.

Entreabre y frunce los labios con violencia, como si temiera que se la va á escapar su secreto; y significando de un modo confuso la duda, el rubor y esa fantasía indecisa de un deseo vírgen, de un primer deseo; esa alucinacion con que nos seduce la idealidad milagrosa de una esperanza que nunca se ha sentido; la alucinacion que nos causa el agüero de un mago, cuando creemos en la mágia.