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Un fraile dominico la predicaba sin descanso, y ora usando del ruego, ora de la amenaza, agitaba ante sus ojos la imagen de Cristo crucifijado. Por fin, todos oyeron la áspera voz del religioso, que gritó como enloquecido: ¡Ultima vez: decid que abjuráis de vuestras creencias diabólicas! Aixa meneó la cabeza negativamente.

A los pocos pasos, Montenegro vio venir hacia él una mujer que, con su paso vivo, su gesto arrogante y el incitador meneo de su cuerpo, parecía alborotar la calle. Los hombres detenían el paso para verla y la seguían con los ojos; las mujeres volvían la cabeza con un desdén afectado, y después que pasaba cuchicheaban señalándola con un dedo.

Currita ofreció al punto sus servicios; ella era dama de honor desde los tiempos de Isabel II, y al casarse el monarca, dos meses antes, habíase visto obligada la nueva reina a enviarle también su cruz de dama... Martínez meneó la gran cabezota; no era esto precisamente lo que él iba buscando, porque el explorador a que había echado el ojo, para que como heraldo suyo entrase en Palacio, era Jacobo; podía este como Grande de España...

Sabed que haríais morir de envidia a muchos obispos. ¿Eso dijo? Cabal. Paciencia, Martín. Ramiro meneó la cabeza con un gesto de enfado. Pasó un monje franciscano montado en un borrico ceniciento. Santa leticia brillaba en su rostro. Su desnuda pierna vellosa asomaba por debajo del sayal. Castigaba a su caballería con un gajo de bardaguera.

Ayer habían salido los dos con Raquel y con Charito González y a la media hora volvieron. Adriana se sentía mareada, les pidió que la dejaran sola y se ocuparan ellos de todo. Después tomó un libro, estuvo dos o tres horas con el libro abierto en la falda sin volver una hoja. En fin ¿qué piensas ? Ernesto Molina meneó la cabeza. Esta muchacha se casa por lástima.

Dio un paso atrás Anita, decidiendo no entrar en el teatro de su marido... pero su falda meneó algo en el suelo, porque don Víctor gritó asustado: ¡Quién anda ahí! No respondió Ana. ¿Quién anda ahí? repitió exaltado don Víctor, que se había asustado un poco a mismo con aquellos versos fanfarrones. Y algo más tranquilo, dijo a poco: ¡Petra! ¡Petra! ¿Eres , Petra?

Allí no se veía ya la espina del dolor que lentamente va hincándose, pero el puñal clavado de golpe hasta el pomo. Semejante espectáculo dio al traste con la prudencia del capellán. Usted está mala, señorita. A usted le pasa algo hoy. Nucha meneó la cabeza intentando sonreír. No tengo nada. Lo doliente y debilitado del acento la desmentía.

Y dando con esta pregunta por terminada la carta, firmóla como Antonio Pérez las suyas a milady Richs: «Perro desollado de vuestra señoría, Diógenes.» «P. D. Un beso a Monina.» Y aquí se detuvo otra vez perplejo, meneó lentamente la gran cabezota, y su rostro granujiento tomó una expresión indefinible de ternura y de tristeza.

En aquellos momentos necesitaba mucho aire. Tablas dio algunos pasos hacia ella, y echándose ambas manos a la estrecha cintura, se meneó a un lado y otro como muñeco de goma, y escupió estas palabras: ¡Cristo!... si habré dicho alguna vez que no quiero clerigones en casa.... ¿Por qué los has recibido? Pimentosa echó mano de un abanico y replicó así: Porque me ha dado la real gana.... En paz.

Mas el médico, registrándole cuidadosamente, haciéndole un sinfín de preguntas a que Diógenes contestaba entre mohíno y risueño, levantólo los párpados que encubrían a medias dos pupilas dilatadas y sanguinolentas, faltas de convergencia, y meneó la cabeza siniestramente... El primer ataque había pasado, pero ya estaban allí los síntomas del segundo, y era imposible que aquella naturaleza, alcoholizada por completo, pudiera resistir a su tremendo empuje.