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Entraron con grandioso aparato por sus tierras; pero escarmentados en los indios de Chile sus vecinos, no quisieron recibir el yugo. Y no hubo allí religioso de la Compañia, que les hablase mal é indujese á no recibir á los que pretendian conquistarles. Tengo en mi poder dicho memorial, que es de 11 hojas de á folio.

Asombróse el duque, me preguntó el objeto de mi deseo, insistí yo, diciendo que era un capricho, y á la noche siguiente el duque me trajo un memorial en que se pedía una limosna á la reina, y á cuyo margen se leía: «Dense á esta viuda veinte ducados por una vez», y debajo de estas palabras una rúbrica. ¡Era la misma letra, la misma rúbrica de las cartas! no podía tener duda: la reina era amante de don Rodrigo Calderón.

Item dize, Que de tal manera pide esto y que Su Mag. cometa a la tal persona el cumplimiento del memorial q. ha dado, que el dicho Antonio Perez no tenga q. acudir a ministro ninguno, sino al Sr. Condestable y a la tal persona por los despachos para la execucion. Porq. si no se despachase todo ello como cosa del serui.^o de su Mag. y por orden suya, seria entrar Ant.

; , por cierto dijo doña Clara ; importa demasiado, y cuando se está en una lucha tan peligrosa como la que vuestra majestad sostiene con ese miserable, es necesario no dejar pasar nada desapercibido. No, no está escrito este memorial de su mano, y siendo tan importante lo que en este memorial se contiene, indica que hay otro traidor desconocido que sabe los secretos de vuestra majestad.

Leían el memorial, o al menos pasaban la vista por él. ¿Quién sabe si accederían a lo que en él con formas tan respetuosas y sentimentales se solicitaba? Así como es propio del pueblo la ofensa, propio y digno de los reyes es el perdón. ¡El perdón!

A juzgar por las muestras, debe suponerse que el convite duró todo el dia. Los dos entremeses no dejarian de durar dos ó tres horas; de modo, que cuando tomaran los postres, las entradas debian estar ya en los talones. ¡Con qué reposo lo tomaba aquella buena gente! Cuarta. El Memorial cuenta la historia de un compadre que no se anda en chiquitas.

Simón Cerojo, que acababa de recibir su licencia de soldado, que sabía un poco de pluma y había corrido media España con su regimiento, de cuyo coronel fue asistente cinco años, y era, además, un mocetón fresco y rollizo, se creyó con todas las condiciones exigidas por la vanidosa muchacha; y se atrevió a pretenderla, no sin llevar encima, por memorial y a mayor abundamiento, en su primera visita, un reloj de cinco duros y alguna de la ropa que, como prenda «de una buena estimación y una fina amistad», le había regalado su coronel al despedirle.

16 Te será, pues, como [una] señal sobre tu mano, y por [un] memorial delante de tus ojos: Que el SE

Don Diego Hurtado de Mendoza, historiador de la guerra de Granada, hecha por el rei Felipe II contra los moriscos sus rebeldes, i uno de los mas sabios políticos no solo de aquellos tiempos, sino de todos, dice en un memorial dado al emperador Cárlos V : «Claro está que si uno tiene dentro de un señorío ó cerca de él una tierra por la que puede recibir daño aquella provincia, justamente le puede quitar el señor de ella la entrada, i darle la equivalencia en otra parte donde pueda estar sin sospecha.

Doña Clara miró aquel papel. ¡Ah, infame! dijo ; ni un sólo momento ha pensado en ser leal á vuestra majestad. ¡Cómo!, yo creo que cuando don Rodrigo escribió su memorial obraba de buena fe. Esta no es su letra, señora. ¡Que no es su letra! ¿Y cómo lo sabes ? Como que me ha escrito más de una y más de tres cartas de amor. Pero yo he sido más cauta.