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Actualizado: 12 de junio de 2025


Así, venía la hora de los pagos, y todo era tirar de la cuerda, y esforzarse en hacerla llegar hasta el extremo adonde llegar debía, pero la cuerda no daba más de y se rebelaba contra la violencia, amenazando romperse; Rocchio decía, melancólicamente, que su presupuesto parecía el del Gobierno; que para una gotera que se tapa, ciento se abren, de tanto manotazo y dentellada que sufre al cabo del año.

Queriendo hacer algo, se quitó los guantes é intentó lavar los platos; pero inmediatamente volvió á ponérselos temiendo que el agua fría perjudicase la finura de sus dedos y el brillo de sus uñas. Precisamente, en los momentos de desesperación por su nueva existencia, lo único que le proporcionaba cierto alivio era contemplar melancólicamente sus manos.

Eran las once y media, y la luna iluminaba melancólicamente la magnífica escena del pequeño puerto de Dover, en cuyo fondo se destaca, como un inmenso puente de mampostería y madera lanzado hacia las ondas, el muelle que facilita el embarque sobre los vapores.

Al oír Morsamor aquel relato, reflexionó melancólicamente que los laureles incruentos que él había imaginado acaso eran imposibles en aquella edad en que él vivía. Pensó que sin duda era menester regarlos con sangre: que el temple de voluntad de quien los cultivase había de ser como el del acero y las entrañas como las del tigre.

No, no, Gilberto gritó, llamándome por mi nombre por la primera vez, no digo eso. La culpa no es suya, sino mía... mía y se cubrió la cara con las manos y sollozó fuerte y melancólicamente. ¿Dónde está su marido... o más bien dicho, ese hombre que intentó matarla? le pregunté fieramente pocos minutos después. En algún punto del Norte, según creo. ¿Y cuándo estuvo aquí con usted?

El verdadero lord Lewis, personaje grave que sostenía el prestigio del nombre paterno, tenía numerosos hijos y había servido á su país en altos puestos coloniales. El, poco á poco, iba perdiendo sus antiguas relaciones, para no ser mas que un jugador en Monte-Carlo. ¡Veinticinco años! había dicho melancólicamente un día al príncipe . ¡Y jamás podré hacer otra cosa!

Púseme después a contemplar melancólicamente el jardín, por la ventana abierta, e iba ya recobrando mi sangre fría, cuando me pareció reconocer la voz de mi tía que conversaba con Susana. Me incliné un poco para escuchar la conversación. Usted hace mal decía Susana, la pequeña ya no es una niña. Si usted la maltrata, se quejará al señor de Pavol, que se la llevará. No faltaba más.

Ahí está el germen de una alta obra moralizadora. ¡Qué lastima! Esa bohardilla, ese joven pobre que vive en ella, melancólicamente entretenido en contemplar a la dama del mirador... y pasan días, y la mira... y pasan noches, y la mira... ¡Que me maten si con eso no era yo capaz de hacer dos tomos! Y esa dama misteriosa... yo no diría quién era hasta el trigésimo capítulo.

Una tarde, Holguín se paseaba melancólicamente en Bogotá, cuando del seno de un grupo liberal, salió el grito de: «¡Abajo los conservadores!». Holguín se dio vuelta tranquilamente y encarándose con el gritón, le dijo con su acento más culto: «¿Tendría usted la bondad de indicarme cómo es posible colocarnos más abajo aun de lo que estamosLos rieurs se pusieron de su lado y siguió plácidamente su camino.

El viejo hablaba melancólicamente, como si viese ya la ruina del brazo con la muerte rondando en torno de él. Juanito se fastidiaba.... ¡Bah! Aprensiones de viejo. Los domingos, a las siete de la mañana, salía Juanito de su casa con el alegre desembarazo del colegial que en día de fiesta todo lo ve de color de rosa.

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