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Actualizado: 20 de noviembre de 2025


Se sentaba en el rincón más oscuro del salón de espera durante unos veinte minutos, permanecía quieto y silencioso y luego se retiraba tal como había venido, si por acaso no encontraba al mayordomo Luis Morel, persona que hacía el servicio especial del ministro.

Los que estáis robustos os figuráis que no podéis enfermar jamás, pero cuando menos lo pensáis os viene el latigazo encima. Voy á preparar el calmante que el médico ha recetado. Ten cuidado de no sacar los brazos fuera. Gracias á Dios, eso no será nada. No tengas aprensión. Desapareció después de pronunciar este sermoncito, que el mayordomo encontró delicioso.

Lo difícil era ver a Echeloría para matarla. Chemed, ocupada en Tiro con sus asuntos, se había consolado de la ausencia de Mutileder, pero le conservaba buena amistad, y le había enviado cartas de recomendación para Adoniram, que era el mayordomo de Salomón, y para otros personajes de la Córte.

Finalmente, en sacándole de la iglesia, le llevaron a la silla del juzgado y le sentaron en ella; y el mayordomo del duque le dijo: -Es costumbre antigua en esta ínsula, señor gobernador, que el que viene a tomar posesión desta famosa ínsula está obligado a responder a una pregunta que se le hiciere, que sea algo intricada y dificultosa, de cuya respuesta el pueblo toma y toca el pulso del ingenio de su nuevo gobernador; y así, o se alegra o se entristece con su venida.

Era el antiguo mayordomo del plantador; el feliz esposo de la abominable Sofía, que me presentó diciéndole que tenía que hacerle unas preguntas. Vi que con tal personaje no hacían falta precauciones oratorias, y le dije: Tengo, caballero, que pedir a usted unos informes confidenciales, referentes a un matrimonio... ¿Un matrimonio?... Bueno... bien...

Además, su sentimiento al ver morir tan nobles animales, ¿no era ya una sensación digna de cantarse en primorosa prosa? Pidió pues prestada al mayordomo su escopeta, encaminose al estanque, y, con el corazón sangrando, a una vara de distancia, ¡pam! asesinó el primer cisne que saliera a recibirlo, esperando la consabida migaja de pan... ¡Inútil sacrificio!

De esta suerte pudo muy bien nuestro D. Fadrique, sin apartarse un ápice de la verdad, dejar de ser creído en algo, sin que sus paisanos se atreviesen á decirle, como decían al mayordomo del Duque cuando hablaba del Vesubio: "¡Esa es grilla!"

3 Y Acab llamó a Abdías su mayordomo, el cual Abdías era en gran manera temeroso del SE

... ahora miran al techo... Bien sabe que estamos aquí. Y a D. Francisco también le veo, allí... junto al mayordomo de semana. A su lado mi mamá... ¡Qué hermosa está la marquesa con su falda de color malva y su manto!... ¡Ah!, doña Tula, doña Tula... si mirara para arriba, si nos viera... Aquí estamos...

Ya arreglaremos eso. Y en efecto, hizo llamar al mayordomo y le dijo que aquella tarde era preciso ir á Villoria á ver un castañar que le proponían en venta. Con esto se deshizo por entonces la maquinación seductora de Regalado, quien se fué á la cocina con las orejas gachas.

Palabra del Dia

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