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Actualizado: 20 de noviembre de 2025


Eso no es fácil en París. Hablaré al mayordomo de mi amigo Sanglié. ¿Quiere usted que yo, por mi parte, le ayude también? Si le Tas tiene algún protegido que establecer, le tomaré de muy buena gana. Pero tenga usted en cuenta que lo que necesitamos es un hombre de confianza, un enfermero. Le Tas debe tener enfermeros; tiene de todo. Le Tas era la doncella de la señora Chermidy.

No necesitó más el mayordomo para quedar enteramente sosegado. La palabra de la condesa hizo la luz en su atribulado espíritu, y dejó escapar un suspiro de satisfacción, como si le hubiesen quitado una losa de plomo de encima de los hombros. Ni se atrevió, ni quiso preguntar más. Tenía bastante con la mirada límpida y franca que su dueña le dirigió al responderle.

Yo no lo había visto. ¿Cuándo lo han puesto?... Mas el mayordomo, sin contestar a la pregunta y con el esfuerzo de quien cumple un deber penosísimo, díjole balbuceando: Su majestad la reina la dispensa del servicio..., y me encarga le manifieste su deseo de que devuelva la cruz de dama...

En seguida, se realizó sin ruido la ceremonia del casamiento. El viejo mayordomo principal y yo fuimos los testigos, y a guisa de comida de bodas hicimos una visita al cementerio, para despedirnos de las tumbas recientemente cerradas, cuya arena amarilla comenzaba a desaparecer bajo débiles tallos de yedra. Durante las últimas semanas, había buscado en secreto una situación que me conviniera.

En cuanto comenzaba el dulce son acordado, Talín se sentaba sobre las patas traseras, alzaba sus ojos al cielo clamando venganza y despedía de su boca tan horribles, fatídicos aullidos que el mayordomo indignado, no atreviéndose á castigar la insolencia, desarmaba con violencia la flauta y jurando amenazas la guardaba en el bolsillo. Trascurrieron bastantes días. Flora no pareció por Entralgo.

»Entonces sería usted doblemente injusto replicó éste fríamente. »Y diciendo estas palabras, tomó respetuosamente el bastón de la temblorosa mano del anciano, y lo arrojó por la ventana. »La cólera de tío había llegado a su colmo. Sobrecogido por aquella sangre fría, cayó sobre un sillón sin poder pronunciar una palabra; pero llamó a su mayordomo y le hizo seña de que se llevase a Carlos.

Y Julián se sentía humillado en presencia de un hombre que mandaba allí como indiscutible autócrata, desde su ambiguo puesto de criado con ribetes de mayordomo.

Digo, pues, que acaeció que, así como Sancho vio al tal mayordomo, se le figuró en su rostro el mesmo de la Trifaldi, y, volviéndose a su señor, le dijo: -Señor, o a me ha de llevar el diablo de aquí de donde estoy, en justo y en creyente, o vuestra merced me ha de confesar que el rostro deste mayordomo del duque, que aquí está, es el mesmo de la Dolorida.

Eso no anda bien... ¿No tomaste quinina? Tomé... No me hallo con esta fiebre... No puedo trabajar. Si querés darme para mi pasaje, te voy a cumplir en cuanto me sane... El mayordomo contempló aquella ruina, y no estimó en gran cosa la vida que quedaba allí. ¿Cómo está tu cuenta? preguntó otra vez. Debo veinte pesos todavía... El sábado entregué... Me hallo muy enfermo...

Al factor convendría se le entregasen los haberes del pueblo para su manejo, del modo que hasta ahora se les han entregado a los administradores, con sola la diferencia de que se le habían de entregar tasados y hacerle cargo de sus valores; pero con la misma intervención que ahora tienen el corregidor y mayordomo del pueblo, conservando cada uno una de las tres llaves de cada almacén; pues, no siendo fácil encontrar factores con las calidades expresadas, y que al mismo tiempo tengan fianzas para asegurar los caudales de su manejo, sería cosa arriesgada el poner en su mano, con libertad absoluta, este manejo.

Palabra del Dia

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