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Actualizado: 20 de noviembre de 2025


Este la clavó colérica en su mayordomo; pero, al verle en aquella tan sosegada postura, cambió repentinamente, y alzando los hombros y convirtiendo de nuevo los ojos a las cartas, exclamó con sonrisa, alegre: ¡Qué bárbaro! ¡Es un verdadero suevo! ¡Alto, Sr. Quiñones, alto! dijo Saleta. Los suevos han acampado solamente en Galicia.

¿Marqués? no, no, señor. El coronel de... ¿Militar? menos. Un mayordomo de semana. ¿Tiene fuero? no, señor. Pero, hombre, ¿adónde he de ir a buscar? Ha de tener casa abierta. Pero si yo no me trato con taberneros, ni... Pues dejarlo. ¡Voto va! No hubo más remedio que buscar el fiador; ya daba mi amigo la mudanza a todos los diablos.

Los hermanos de aquél lo impugnaban. Se había entablado un pleito, que ganó en primera instancia. Venía acompañada de una antigua sirviente de su padre, trasformada en dama de compañía, y de un mayordomo.

Se hallaban allí también sentados D. César de las Matas de Arbín, su primo, vecino y propietario de Villoria, quien jamás en su larga vida había dejado un año de oir la misa del Carmen en Entralgo, el tío Goro de Canzana, Martinán el tabernero, Regalado el mayordomo y algunos otros vecinos de la misma gravedad aunque no tan señalados.

2 Y envió a Eliacim el mayordomo, y a Sebna escriba, y a los ancianos de los sacerdotes, vestidos de cilicio a Isaías profeta hijo de Amós, 3 que le dijesen: Así dijo Ezequías: Este día es día de angustia, y de reprensión, y de blasfemia; porque los hijos han venido hasta la rotura, y la que da a luz no tiene fuerzas.

Véase con mi mayordomo para que le devuelva lo que haya sobrado de la barrita; pues como usted no cuidaba de su traje, sin duda porque no tenía tiempo para pensar en esa frivolidad, yo me he encargado de comprárselo con su propio dinero. Vaya con Dios y con mi bendición.

Pero cuando iba más determinado a hacerlo, tropezaba en la egoísta tranquilidad del señorito y en la resistencia pasiva, incontrastable del mayordomo.

Para que el mayordomo indio de cada pueblo se aplicase al desempeño de tan importante encargo, y no tuviese motivo con que disculparse de cualquiera malversación, se le deberían señalar dos por ciento de las utilidades de la factoría.

Y todo esto me afirma aún más en la creencia de que hay un secreto, un gran secreto, en ese camarote cerrado. Había que ver la indignación del mayordomo cuando nos pilló en vías de descubrirlo... Y no se descubrirá, hay que perder la esperanza. Ojeda pareció interrogarle con sus ojos al oír esto.

Y cuando las pobrecitas llevaban bebidas no cuántas copas, mirándonos a todos con la superioridad que proporciona la escasez del artículo, y se debatían entre los señores aglomerados en torno de ellas, chillando y contrayéndose en el asiento como si por debajo de la mesa las cosquillease una tropa de ratas, entra el mayordomo, el oversteward, mirándolas fijamente, sin vernos a nosotros, como si no existiésemos; y bastaron unas cuantas palabras suyas en alemán para que saliesen cabizbajas y temerosas, lo mismo que unas niñas ante la reprimenda del maestro... Bien dicen que la sociedad del mujerío dulcifica la rudeza de los hombres.

Palabra del Dia

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