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Actualizado: 14 de julio de 2025


Así que entró se me ocurrió que en su hermosa cabeza bullían ideas matrimoniales. Tenía treinta años; su estatura era suficientemente elevada para que Pablo a su lado, se transformase en pigmeo; era su expresión inteligente y altiva, y tal que nadie le hubiera otorgado la aureola de la santidad a primera ni a segunda vista.

Entre ésta existía, sin embargo, un mancebo hacia el cual ninguna doncella de la ciudad había osado levantar los ojos hasta entonces con anhelos matrimoniales. Era el conde de Onís.

Este capítulo de cargos que el Sr. de Rivera tenía guardado contra su esposa, había ocasionado serios disgustos matrimoniales.

Hallábase en lo más perplejo de su perplejidad, cuando le entró, sin duda por inspiración divina, el deseo de casarse. ¡Oh, fortunate nate! como dirían Virgilio y D. Rodriguín. ¡Quién había de decir que de sus proyectos matrimoniales le vendría la profesión de fe política que le salvó, apartándole del partido guerrero y de una causa que no triunfó entonces ni había de triunfar en lo sucesivo! ¡Ay! en un tris estuvo que personaje de tanta valía se perdiera para siempre, privando a la Administración española de sus eminentes servicios.... Es el caso que aquel desprecio con que fue recibido en Palacio afligió mucho al cortesano; la pena lo hizo reflexionar profundamente, y... no parece sino que Dios y la Santísima Virgen le tocaron en el corazón, porque desde aquel día empezó a tener presentimientos de que no triunfarían jamás las ideas absolutistas.

Fue como un rayo de luz que iluminó la situación e hizo más inteligible para Delaberge la extraña conducta del joven Princetot... El pobre muchacho amaba a la señora Liénard. Con la viva intuición de los enamorados, adivinó los propósitos matrimoniales de un recién llegado que le parecía sospechoso y el demonio de los celos mordió en su corazón.

Recuerdo muy bien que nuestro amigo está enamorado de la hija del doctor Avrigny y acaricia respecto a ella proyectos matrimoniales. ¡Ah, ! ¡Yo también me acuerdo ahora! ; pero te olvidas de que aquella misma noche la novia se puso enferma. Pero aquella indisposición sería pasajera y no habrá sido nada... No, señores contestó Amaury. ¿Ya está buena? Ha muerto. ¿Cuándo? Hace una hora.

No, no era eso; pero, cuando volvía a sus pensamientos matrimoniales, cuando se forjaba en su imaginación una vida nueva en que había de verse convertido en padre de familia, veía siempre el franco y amable rostro de la señora Liénard asomarse en alguna de las ventanas de sus castillos en el aire.

Mientras no afecte al fondo, mientras los corazones no se desunan, las reyertas matrimoniales tienen bien poca importancia... Y aquí no hay miedo a eso, por fortuna... quieres a Ventura... ¡Oh, cada día más! exclamó él, con rabia de mismo. Estoy enamorado como un burro... , , ¡como un burro! Una sombra de mortal dolor, veloz como un relámpago, pasó por los claros ojos de Cecilia.

Y el último percance que en sus consultas matrimoniales le esperaba, fue con una hermana suya viejísima, en sus mocedades planchadora y hoy pensionada y socorrida de su hermano. La infeliz, que arrastrado, había con su difunto vida de perros, exclamó en cascajosa voz, alzando las secas manos y meneando la cabeza temblona: ¿Miranda? ¿Miranda?

Pronto llega en persona el galán, estúpido personaje, que hace reir mucho con sus torpezas; Inés le da calabazas, declarando que prefiere no tener marido á casarse con un pollino semejante; después se presentan dos judíos como agentes matrimoniales, y le hablan de varios caballeros deseosos de tomar estado.

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