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Actualizado: 14 de julio de 2025
Ello es que Rosalía, con la agravación del mal de su marido se acercaba moral y mentalmente a él, apretando los lazos matrimoniales. La atracción de la desgracia obraba este prodigio, y el hábito de compartir todo el contingente de la vida, así en lo adverso como en lo venturoso. ¡Y con qué celo le cuidaba! ¡Qué manos las suyas tan sutiles para curar! ¡Con qué gracia y arte derramaba el bálsamo de palabras tiernas sobre el espíritu del enfermo!
Cecilia era su paño de lágrimas, su confidente en todos los disgustos matrimoniales. Nunca dejaba de recibir de su boca algún útil consejo, algunas palabras consoladoras que calmaban sus fuertes y repentinos enojos.
Adivinad... El Príncipe Romanelli... ¡Y va uno! ¿El otro?... M. de Montessan... ¡Y van dos! Eso es; sí, esos dos serían aceptables, pero nada, nada más que aceptables, y eso no basta. Por eso Bettina esperaba con impaciencia el día de la partida y la instalación en Longueval. Sentíase fatigada de tantos placeres, de tantos triunfos, de tantos pedidos matrimoniales.
El otro día le preguntó, con la mayor reserva, a la señora Percival, que reside con nosotros en Mayvill, si creía que Mabel tomaría a mal que él se declarara a Dolly. Se ve, pues, que sus pensamientos se encaminan, evidentemente, a las sendas matrimoniales.
Doña Esperanza también deploraba el carácter de su hija; marchaba muy de acuerdo con la ruindad de su yerno, ayudándole no poco en la vigilancia de la casa. Mas, aunque la reprendiese a menudo por su apatía, como al fin había salido de sus entrañas, le dolía que Calderón lo hiciese, sentía vivamente las reyertas matrimoniales.
Palabra del Dia
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