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Actualizado: 1 de mayo de 2025


La Marquesa de Oreve me llamó ayer a su casa por una carta urgente y fui corriendo con el presentimiento de lo que iba a suceder. Estaba yo tan pálido y desencajado, que la Marquesa exclamó al verme: No se alarme usted, querido amigo... Lo que tengo que decirle exige ante todo calma y sangre fría... Se trata de Luciana, ¿verdad?

Confiaba tanto en las peregrinas dotes de Milagros, que decía para : «No cómo será, pero ella saldrá del paso». Cuando la marquesa le dio el último apretón de manos, Rosalía le dijo: «Ya me contará usted mañana cómo lo ha arreglado». Y cuando fue hacia el nicho de Bringas para contarle el caso, él le tomó la delantera con estas acerbas palabras: «¿Qué enredos trae ahora la Tellería?

Teníase a gran dicha ser introducido en aquella casa; y por cierto, no había cosa más fácil, porque la dueña era tan amable y tan accesible que recibía a todo el mundo con la misma sonrisa y la misma cordialidad. En lo demás, español como Pelayo y bizarro como el Cid. El general, su hermana la marquesa de Guadalcanal, madre de la condesa, y otras personas estaban jugando al tresillo.

Que viene, hombre, que viene... Si se lo prometió ayer a Veva, que la mandé yo expresamente. Y así era, en efecto: la marquesa de Butrón había estado la víspera en casa de la Villasis a pedirle por todos los santos del cielo que no dejara de asistir a la junta; la pobre señora parecía azorada, y pedíaselo con tal ahínco, como si le fuera en ello la vida.

Interpretando la mirada impasible del hombre como una aprobación, se apresuró á servirse una tercera copa, paladeando su contenido, mientras la sostenía con mano temblona. La interrumpió Robledo, diciendo lentamente: Usted se llama Elena, y si la apodan «la Marquesa», es porque alguien la conoció cuando estaba casada con un marqués italiano.

¡Descalza! gritaron las tres damas. Pues claro, hijas, ahí está la gracia.... Ana ha ofrecido ir descalza.... ¿Y si llueve? ¿Y las piedras? Pero se va a destrozar la piel... Esa mujer está loca... ¿Pero dónde ha visto ella a nadie hacer esas diabluras? ¡Por Dios, Marquesa, no blasfeme usted! Diabluras un voto como este, un ejemplo tan cristiano, de humildad tan edificante....

Nueve veces, señora respondió tétrica, sepulcralmente, la Esfinge ; nueve... ¡nueve mil puñaladas! Para las últimas, no había en el corazón un sitio sin una herida ensangrentada. Ya no le parecía a la marquesa tan fea ni tan extraña aquella mujer. La carga de tales y de tantos dolores lo justificaba todo a sus ojos.

¡Ca!... Eso es refinamiento de coquetería; que te empolvas el pelo, como las marquesas de la corte de Luis XV... Ya voy teniendo algún punto de contacto con ellas... exclamó riendo la marquesa . A lo menos, en lo añejo de la fecha.

Visita se había separado en la plaza de la Catedral para ir al asunto de la Libre Hermandad. En casa de Vegallana se volverían a ver. La Marquesa había escrito muy temprano a los Quintanar convidándoles a comer y anunciándoles el programa del día. Ana disputó con su marido; quería ir a reconciliar, se lo había dicho así en una carta al Provisor, no era cosa de traerle y llevarle. «¡Nada, nada!

¿Y el pobre calzonazos dio su permiso? dijo Visita, colorada de indignación . ¡Qué maridos de la isla de San Balandrán! añadió acordándose del suyo. La Marquesa no acababa de santiguarse. «Aquello no era piedad, no era religión; era locura, simplemente locura.

Palabra del Dia

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