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Actualizado: 11 de mayo de 2025


En el tiempo que el pueblo de Candelaria estaba comprendido en los de mi cargo, tenía dispuesto que aquellos indios frecuentasen los viajes a los yerbales silvestres; y entre otros puntos que encargaba para que se gobernasen en aquella faena, era el que conservasen la mejor armonía con los infieles, aficionándolos al trato con ellos; y que siempre que tuvieran oportunidad les persuadiesen a ser cristianos y a salir de los montes, convidándoles con las conveniencias que ellos tenían en sus pueblos; y para que les fuesen patentes, vieran si podían persuadir a algunos caciques a que, como de paseo, vinieran a ver su pueblo; y en efecto vino uno con otros dos indios con algunos de Candelaria, a los que agasajé y regalé bastante.

Cuentan un cuento de cuatro hindús ciegos, de allí del Indostán de Asia, que eran ciegos desde el nacer, y querían saber cómo era un elefante. «Vamos, dijo uno, adonde el elefante manso de la casa del rajá, que es príncipe generoso, y nos dejará saber cómo es.» Y a citas del príncipe se fueron, con su turbante blanco y su manto blanco; y oyeron en el camino rugir a la pantera y graznar al faisán de color de oro, que es como un pavo con dos plumas muy largas en la cola; y durmieron de noche en las ruinas de piedra de la famosa Jehanabad, donde hubo antes mucho comercio y poder; y pasaron por sobre un torrente colgándose mano a mano de una cuerda, que estaba a los dos lados levantada sobre una horquilla, como la cuerda floja en que bailan los gimnastas en los circos; y un carretero de buen corazón les dijo que se subieran en su carreta, porque su buey giboso de astas cortas era un buey bonazo, que debió ser algo así como abuelo en otra vida, y no se enojaba porque se le subieran los hombres encima, sino que miraba a los caminantes como convidándoles a entrar en el carro.

Visita se había separado en la plaza de la Catedral para ir al asunto de la Libre Hermandad. En casa de Vegallana se volverían a ver. La Marquesa había escrito muy temprano a los Quintanar convidándoles a comer y anunciándoles el programa del día. Ana disputó con su marido; quería ir a reconciliar, se lo había dicho así en una carta al Provisor, no era cosa de traerle y llevarle. «¡Nada, nada!

Palabra del Dia

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