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Actualizado: 1 de noviembre de 2025
Yo tengo gran fe en la fuerza de la sangre, y me parece que estoy viendo a la señora marquesa echándote los brazos al cuello y comiéndote a besos. Si las cosas han pasado de otra manera, trata de que la señora te reconozca por el parecido.
¡Vaya una ganga el ser hereje! ¿Qué utilidad trae el ser hereje?... Y cambiando bruscamente de tema preguntóle: ¿Cómo va ese aquelarre que habéis hecho en los Cuatro Caminos? Se refería al asilo de ancianas, del cual era D.ª Carmen la principal protectora. Va muy bien. Sólo que la marquesa de Alcudia no quiere continuar siendo tesorera. No sabemos a quién se ha de nombrar.
No hay felicidad que no tenga su pero, y el de la felicidad de la marquesa era que para completar la suma hacían falta unos cinco mil... Porque sí; estaba pendiente una cuentecilla... Esto no venía al caso.
La casa estaba muda, cerrada, como el retiro misterioso donde, para gozarse en sí mismo, se hubiera confinado el silencio; la puerta principal entreabierta. Isidora, al tocarla, sintió como un valor repentino. El contacto de su propiedad le devolvía el dominio de sí misma. ¡Revelación magnética de su derecho! Con voz clara preguntó al conserje por la marquesa.
Era un comenzar a vivir extraordinario. ¡Después de haber dado la vuelta al mundo y respirado el ambiente voluptuoso de las islas del Pacífico; después de haber luchado con los huracanes del Atlántico, con los tifones del mar de la China y los bancos de hielo del Cabo de Buena Esperanza, encontrarse con una mujer joven, bonita, marquesa, que le dice a uno que le quiere!
Miss Nicholson respondió con un gesto expresivo acompañado de cierta expresión que a nuestra lengua podríamos traducir por ¡caramba!, arrojándose en seguida al cuello de la vizcondesa, a quien cubrió de besos, para salir después con su aire marcial, la frente radiante, cual si ya reposaran en ella los elegantes florones de la corona de marquesa.
Yo le oí contar en la fuente mientras daba agua a sus mulos, y haciéndose cruces, la indignación que le causó, cuando servía en Córdoba a una marquesa, el averiguar, estando él en la cocina, que llevaban a dicha señora un enorme lebrillo y dos grandes jarros de agua a su cuarto. "¿Qué harías tú le preguntó una chica si tu mujer emplease también un lebrillo por el estilo?"
Las señoras de Grevillois no asisten a los jueves de Lacante, pero forman parte del círculo habitual de la Marquesa Leontina de Oreve.
Palabra del Dia
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