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Actualizado: 1 de julio de 2025


Me va usté a tomar antipatía, señora marquesa; pero ¡ya que se empeña!... Crea que no me acuerdo de toos, por más que quiero haser memoria. Tal vez irán pa los treinta o los treinta y sinco: no lo bien. Con esta vía tan arrastrá, ¿quién piensa en yevar cuentas?... Pero yo soy un infeliz, señora marquesa, un desgrasiao. La curpa fue de aqueyos que me hisieron malo.

Mas cortés era la señora baronesa de Tunder-tentronck, dixo entre Candido. Acercóse en esto el abate al oido de la marquesa, la qual se medio-levantó de la silla, honró á Candido con una risita agraciada, y á Martin haciéndole cortesía con la cabeza con magestuoso ademan; mandó luego que traxeran á Candido asiento y una baraja, y este perdió en dos tallas diez mil duros.

La marquesa ateníase en sus palabras a la pauta trazada de antemano por Butrón, evitando con habilidad suma los puntos escabrosos y las mentiras gordísimas marcadas por el diplomático; hablaba muy despacio, con sencillez exenta de toda pedantería y el aplomo y la seguridad que dan a las personas nacidas y criadas en altas esferas el trato continuo de gentes y la conciencia de su propia grandeza.

Su austeridad de hombre de números, metódico y prudente, le hizo indignarse contra esta falta de equilibrio entre los ingresos y los gastos. Pero acabó por sonreir, encontrando natural el despilfarro. ¡La marquesa era tan interesante!... Además, una señora de su alcurnia no podía llevar la misma vida de privaciones de las mujeres del vulgo. Pasó Moreno el resto de la tarde inquieto y pensativo.

Lo que digo repuso enojándose el caballero es que yo he llegado ayer mañana de París, que no he salido sino para venir a felicitar a la Marquesa, que no nada de lo que pueda haber ocurrido y de que, sea lo que fuere, estoy seguro de que Rosa estará harta de razón.

Seríamos virreyes, archipámpanos, cuarquier cosa grande, al otro lao de los mares. ¿Usté no ha oído hablar de un tal Pizarro, señó Juan?... El señor Juan hizo un gesto indefinible, no queriendo revelar su ignorancia ante este nombre misterioso que oía por vez primera. La señora marquesa que sabe quién es mejor que yo, y me perdonará si igo barbariaes.

La Marquesa, Visitación, Obdulia, doña Petronila y otras amigas que habían hecho compañía a la Regenta mientras duró el mal tiempo, ahora la visitaban cada dos o tres días y las visitas eran breves.

La de Jáuregui se puso su visita adornada con abalorio, y doña Silvia se presentó con pañuelo de Manila, lo que no agradó mucho a la viuda, porque parecía boda de pueblo. Torquemada fue muy majo; llevaba el hongo nuevo, el cuello de la camisa algo sucio, corbata negra deshilachada y en ella un alfiler con magnífica perla que había sido de la marquesa de Casa-Bojío.

No lo dudo replicó Isidora, contrariada, porque habría querido oír hablar mal de su abuela, dado que lo fuese . La señora marquesa será muy buena, aunque en este caso mío... Pero, criatura dijo Muñoz sin poderse contener , ¿todavía no se ha curado usted de la enfermedad de esa idea absurda?... ¿Todavía cree usted pertenecer a la casa de Aransis? ¿Acaso me han probado lo contrario?

Cada uno en su casa». Augusto la contempló en silencio, asombrado de su hermosura, que cada día iba en dichoso aumento, enriqueciéndose con un encanto nuevo. «Aquí viene bien aquello de a tus pies, marquesa» dijo, levantándose. Y luego, volviendo la vista para observar con una mirada en redondo todo el cuarto, añadió: «Estás perfectamente instalada, marquesa. Magnífico gabinete.

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