Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 28 de junio de 2025
En la proa de la barca estaba el tío Ventolera, viejo marinero que había navegado en buques de diversas naciones, y era el acompañante de Jaime desde que éste llegó a Ibiza. «Cerca de ochenta años, señor», y no dejaba un solo día de embarcarse para pescar. Ni enfermedades ni miedo al mal tiempo. Tenía el rostro curtido por el sol y el aire salitroso, pero con pocas arrugas.
Si quiere usted entrar, voy á llamar á nuestro párroco... Cristián se volvió hacia un marinero que le seguía y le dijo en inglés: Entre usted conmigo, Dougall. El marinero, que llevaba al hombro una cajita de madera, tocó la boina con la mano y se disponía á entrar, cuando el centinela le detuvo diciendo: Tiene usted que dejar fuera la caja.
Estaba cansado de andar sin objeto y sin rumbo, cuando se me acercó un marinero de buenas trazas, hombre afable, que se puso a hablar conmigo. En aquella época, el puerto de Brest se cerraba al anochecer, por medio de una enorme cadena de hierro tendida de una orilla a otra, y se abría al estampido de un cañonazo, a la hora de la diana.
¡Ah, miserable! dijo el comerciante después de esos ejemplos ¿todavía se atreve Vd. a embarcarse? Calló el marinero, meditó algunos momentos y dijo después 80 al comerciante: ¿En dónde murió el padre de Vd.? En la cama. ¿Y su abuelo? En la cama. 85 ¿Y su bisabuelo? En la cama también. ¡Ah, miserable! dijo entonces el marinero después de esos ejemplos ¿todavía se atreve Vd. a acostarse?
Al rato otro se desperezó, restregóse los ojos caminando, y se tiró al agua. Pasó media hora; el sol iba cayendo. Sentí de pronto que me tocaban en el hombro. ¿Qué hora es? Las cinco respondí. El viejo marinero me miró desconfiado, con las manos en los bolsillos, recostándose enfrente de mí. Miró largo rato mi pantalón, distraído. Al fin se tiró al agua.
Pues con Dios repuso Momo, poniéndose en camino y cantando: Quédate con Dios y adiós, Dice la común sentencia; Que el pobre puede ser rico. Y el rico no compra ciencia. Stein contemplaba aquel pueblecito tan tranquilo, medio pescador, medio marinero, llevando con una mano el arado y con la otra el remo.
Echó una ojeada á los dos hombres, reconoció al visitante extranjero y al marinero que llevaba la caja y no se movió. Tragomer, lívido de emoción y con el corazón agitado, se llevó la mano al casco de corcho y dijo al pasar: Buenas tardes. Buenas, respondió el centinela. Jacobo estaba en la calle mas no, todavía, fuera del presidio. Había que pasar las fortificaciones.
Váyase, Dougall, y que no se cambien en nada mis disposiciones. El marinero saludó y siguió de cerca al vigilante. Tragomer los siguió con la vista desde la puerta y observó que no tomaban el camino por el que habían entrado, por lo cual no debían pasar, al salir, por delante del centinela. La suerte se decidía en favor de Jacobo.
Pero éste no hizo caso, y continuó: ¿Pensará usted, señor, que sin duda al volver de España permaneció quieta la hermosa? ¡Quia! ¡Que si quieres! ¡Su marido había tomado aquello con tanta calma! Eso la animó para volver a las andadas. Después del español, hubo un oficial, a éste siguió un marinero del Ródano, más tarde un músico, después, ¡qué sé yo!
Es una mercancía delicada solía decir. No era el capitán de los que consideran que para cumplir como un buen negrero hay que maltratar al ganado humano. Prefería matar a un marinero que a un negro. Varias veces le reprocharon esto, y él contestaba: ¡Qué imbéciles! ¿Cómo quiere compararse un marinero con un negro? Un marinero no vale nada; lo reemplazo con otro en cualquier parte.
Palabra del Dia
Otros Mirando