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Actualizado: 28 de noviembre de 2025


La última campaña la hizo en la Ferrolana, y con esta fragata dió la vuelta al mundo, con el cual viaje acabó de conquistar el prestigio que le iban dando entre sus compañeros sus muchos conocimientos como marinero, su valor, su buen corazón... y sus férreos puños.

Yo estoy lo mismo que si tuviera veinte años... Yo subo de cuatro en cuatro las escaleras, y no me fatigo... Yo bebo cinco botellas de pale-ale, y no me tambaleo... Yo derribo un toro de un puñetazo, y trinco al marinero más forzudo y le echo al agua... ¿A que no rompes cinco nueces con los cinco dedos de la mano, y eso que te las echas de tan bruto?...

Le hallé tendido en un pobre lecho, pálido, cadavérico; pero muy tranquilo y en reposo. Cuidábale otro marinero, que á su lado estaba de pie y con los brazos cruzados sobre el pecho. No me era extraño este personaje; y, en efecto, después de contemplarle unos instantes, conocí en él al Tuerto. Pero, ¡qué viejo, qué encanecido, qué anguloso y encorvado le hallé!

Además no había en Sarrió piloto o marinero que se las pudiese haber con él en lo referente a la mar, lo mismo en el conocimiento del tiempo, que en las maniobras de los barcos; en todos los secretos de la navegación. La lucecita verde se iba acercando con lentitud.

En vez de la cara de miseria y de desesperación del pobre 2317, Jacobo vió en el espejo un vigoroso marinero quemado por el sol de los trópicos. Tragomer le entregó un revólver y le dijo con terrible resolución: Ahora, toma este arma, ¿Está convenido que no te cogerán vivo? Yo te defenderé, si es preciso, hasta el último aliento.

Diez chinos medio desnudos, que llevaban al cinto largos cuchillos ligeramente curvados para defenderse, en caso de necesidad, de los peces-perros, que abundan en aquellas aguas y que son tan aficionados a la carne humana como los antropófagos de la costa septentrional de la Australia, bajaron a la chalupa a una orden del viejo marinero, llevando en la mano izquierda una especie de red capaz de contener muchas olutarias.

«Señor Marcial dijo ésta con redoblado furor: si quiere usted ir a la escuadra a que le den la última mano, puede embarcar cuando quiera; pero lo que es este no irá. Bueno contestó el marinero, que se había sentado en el borde de una silla, ocupando sólo el espacio necesario para sostenerse : iré yo solo. El demonio me lleve, si me quedo sin echar el catalejo a la fiesta

Con la magnanimidad de un caballero andante protector de la viuda y el huérfano, tomaba bajo el amparo de su brazo a esta mujer llorosa y sus pequeños aulladores. ¿Qué queréis ustedes? ¿Ver ar enfermo?... Pues lo veréis, aunque tenga que echarle las tripas ajuera a ese rubio fachendoso que está en la puerta. Prorrumpía en insultos y amenazas contra el marinero, que no podía entenderle.

Allí la cosa tiene de too: poco trabajo, buena ginebra, buen tabaco y buen café; pero hay que sudar el quilo á cada paso.... Dispués, hoy que la cólera, mañana que el gómito negro.... ¡Tiña, y qué intención más mala tienen estos incomenientes con el probe marinero!... Al que acanzan con el bichero, hasta que le matan no le dejan.

He encontrado entre las hojas de una Mitología ilustrada, pedacitos de yerba de Loreto... eran polvo; papeles escritos en que reconocí mis garabatos de niña... y un marinero dibujado por mi pluma que, según la leyenda que tiene al pie, era Germán.

Palabra del Dia

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