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Actualizado: 1 de julio de 2025


Allí la cosa tiene de too: poco trabajo, buena ginebra, buen tabaco y buen café; pero hay que sudar el quilo á cada paso.... Dispués, hoy que la cólera, mañana que el gómito negro.... ¡Tiña, y qué intención más mala tienen estos incomenientes con el probe marinero!... Al que acanzan con el bichero, hasta que le matan no le dejan.

Puso un anzuelo nuevo; un enorme gancho, en el que ensartó varios roveles, y sin soltar el timón agarró un agudo bichero. ¡Flojo golpe iba a soltarle a aquella bestia estúpida y fornida como se pusiera a su alcance! El aparejo pendía de la popa casi recto. La barca volvió a estremecerse, pero esta vez de un modo terrible.

Y rabiosamente, como si se tratara de un enemigo implacable, Antonio le tiró varios golpes con el bichero, hundiendo el hierro en aquella piel viscosa. Las aguas se tiñeron de sangre y el animal se hundió en un rojo remolino. Antonio respiró al fin. De buena se habían librado: todo duró algunos segundos; pero un poco más, y se hubieran ido al fondo.

A veces suele verse algún viejo barquillo atado con una cadenita á una rama cualquiera, ó á una estaca clavada en la orilla; casi siempre está medio sumergido en el agua; indudablemente en otro tiempo sirvió á algún pescador, pero ahora sus tablas están desunidas, el agua penetra por todas partes y los únicos navegantes que se aventuran á utilizarla son los malos estudiantes en los días que hacen novillos; poniendo cada uno de los pies sobre una de las bordas, adelantan con precaución para mantener el equilibrio; luego, apoyándose en el bichero, empujan la casi deshecha embarcación al medio de la corriente, y, de un salto vigoroso, alcanzan la opuesta orilla; á veces se quedan cortos y caen sobre el barro, pero la travesía, bien ó mal, se ha realizado y se marchan alegres á continuar sus proezas por el monte.

Zelayeta se puso a proa con el bichero, y Recalde y yo, unas veces remando y otras empujando contra las rocas, avanzamos despacio. De pronto, Zelayeta gritó, mientras apretaba con el bichero: ¡Eh! Parad. ¿Qué pasa? Hay que pararse. Perdemos fondo. El bote iba rasando la roca. Nos detuvimos. Estábamos a veinte pasos del barco.

Si un palo se detiene dando vueltas en un remolino, un leñador lo ha de sacar de la atracción del torbellino; armado de su bichero salta de saliente en saliente hasta llegar al margen del agua con grave peligro de caer en el círculo líquido; se deja entonces caer hasta cerca del agua, casi suspendido de una fuerte raíz, y con su gancho, empuja al tronco hacia el hilo de la corriente haciéndole salir del círculo fatal.

Palabra del Dia

godella

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