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Actualizado: 28 de junio de 2025


Veinte años bregó con la fortuna su primo Antón, y, por no morirse de hambre, anda hoy de triste marinero ganando un pedazo de pan por esos mares de Dios.

No se puede entrar nada en los edificios, sin autorización. La traemos, dijo el vigilante sacando un papel del bolsillo. El marinero entró detrás de Tragomer en la barraca, donde sentados en el suelo y con la espalda contra la pared, unos presidiarios estaban trabajando en gruesas y duras maromas embreadas.

Por otra parte, usted mismo ya a advertirlo». Llamó a un marinero, le dio una orden, y éste descendió en dirección al negro del tambor. «¿Ve usted el movimiento, el entusiasmo con que todas esas negras trabajan? Mire aquella especialmente; tiene 18 años y pasa, no sólo por una de las más bellas, sino de las más altivas y pendencieras.

«Hemos salido de Guatemala para entrar en Guatepeor dijo Marcial cuando le pusieron sobre cubierta . Pero donde manda capitán no manda marinero. A este condenado le pusieron Rayo por mal nombre.

El marinero de aquella época correría hoy el peligro de que se le acusara de pirata ante un tribunal. Por ejemplo, poca duda podría abrigarse que los tripulantes del buque de que hemos hablado, aunque no de lo peor de su género, habían sido culpables de depredaciones contra el comercio español, de tal naturaleza, que pondrían en riesgo sus vidas en un moderno tribunal de justicia.

El buen capitán se aficionó tanto al joven marinero, que le dio algunas lecciones de teoría, y un día le nombró segundo de a bordo.

También nos embarazó que paresciéndole al Maestre de campo Barahona que el foso del castillo en la parte de Levante no quedaba tan bien como él quisiera, lo desbarató un día para dejallo más ancho, de manera que lo puso llano, y se hubo de andar tratando con los tudescos que lo aderezasen; y demás de todo esto, lo más principal fué el ruido que se tuvo en el zoco de los moros entre ellos y los cristianos sobre un albarcoque que tomó un cristiano á un moro sin pagárselo, de que hubo hartos muertos y presos de los moros y de algunos cristianos, á cuya causa, y por dejar el castillo en paz con la isla y que quedase por subjecta como lo era, se hubo de dilatar la embarcación dos ó tres días; y es verdad que D. Alvaro de Sande me dijo que nos embarcásemos luego, y poco después de sucedido este ruido, y yo le dije que parescería que nos embarcábamos de miedo de los moros, de que no ganaría nada el castillo ó fuerte embarcarnos de aquella manera sin asosegar la isla primero y capitular con el jeque, demás de la reputación, y no tener por tan cierta la venida tan presta del armada, antes estar en opinión de hombre de experiencia y marinero, que no vernía por todo mayo, el cual había muy poco que llegó de Sicilia.

Otra de las personas que se presenta en escena es el marinero enganchado para el extranjero, que viene en busca de un pasaporte; ó el que acaba de llegar de un largo viaje, todo pálido y débil, que busca un pase para el hospital.

Un Diego Gomez, hombre marinero, Con su pretension mala le traía Al pobre de D. Diego al retortero; El Cabildo en aquesto le elegia, En el lugar que estaba de primero, Zurita, que á los Charcas habia ido: Pues veis Gobernador D. Diego alzado, Y el propio del gobierno despojado.

Constantemente repetía un latinajo que, si no recuerdo mal, era similia similibus curantur, lo que yo, en verdad, no qué quiere decir; pero cuando algún marinero se quejaba al capitán de una paliza, él le aconsejaba que le diera otra; si se quejaba de falta de dinero, que le quitase el sueldo. Siempre con el sistema del Hombre del Gallo. A aquel pajarraco de mal agüero todo el mundo le odiaba.

Palabra del Dia

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