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Aspecto de la Luna durante un eclipse.= Al principio de un eclipse total de Luna se observa primeramente una disminución marcada de la luz del disco; la Luna entra en este momento en la penumbra.

Se alejaron con marcada indecisión, volviendo repetidas veces el rostro para examinarle una vez más. A los pocos minutos regresó uno de ellos, el más viejo, aproximándose con timidez á la mesa. ¿Es usted, y perdone, el capitán Ferragut?... Hizo esta pregunta en valenciano, al mismo tiempo que se llevaba la diestra á su gorra para quitársela. Ulises detuvo el saludo y le ofreció una silla.

Con esto la niña, que había mostrado siempre marcada inclinación a las pompas mundanas, se puso insufrible. Parecía una sultana cruel y despótica. A fuerza de ver inmediatamente obedecidos sus caprichos, ni sabía ella misma lo que quería. Tan pronto llamaba a un mancebo y le permitía sentarse a sus pies y le escuchaba y le miraba amablemente, como le arrojaba con ademán feroz y viento fresco.

Había gritado como un loco; se inclinaba fuera de la cama con marcada intención de caer al suelo; hablaba de una rueda y una calavera. ¿Qué era aquello, don Jaime?... El enfermo sentía el roce amoroso de unas manos dulces que arreglaban las ropas desordenadas, subían el embozo y lo apretaban en torno de sus hombros maternalmente, con el mismo cuidado acariciador que si fuese un niño.

Ester había pensado á menudo que la Providencia, al dotar á Perla con esta marcada propensión, lo hizo movida de una idea de justicia y de retribución; pero nunca, hasta ahora, se le había ocurrido preguntarse si, enlazada á esta idea, no habría también la de benevolencia y perdón.

Esta diferencia se manifiesta ya muy marcada en el décimo siglo, y desde el undécimo en adelante se señala aun mas, para formar luego dos sistemas enteramente opuestos en el siglo XIII y siguientes. Los caractéres mas aparentes de estos dos sistemas occidental y oriental son la tendencia del primero á la vertical, y la propension al desarrollo horizontal en el segundo.

Cual centinelas que la guardan, tiene a su rededor los ocho barrios siguientes: 1.º el de San Julian, así llamado por una antigua ermita de su nombre, denominada hoy de San Antonio Abad, en cuyo día celébrase allí una fiesta al fin de la cual, los labradores con sus bien enjaezadas caballerías dan carreras por el camino de Valencia que atraviesa el barrio. 2.º el de las Ollerías, porque en él están las alfarerías que proveen a Teruel, y a muchos pueblos de la provincia y de fuera, de cántaros, ollas, jarros, baldosas, ladrillos y demás objetos de tierra cocida, tierra que con abundancia le proporcionan los cerros vecinos. 3.º el del Arrabal, próximo al anterior y a la parte alta de la ciudad. 4.º el de las Estaciones, nombre que recibe de las cruces y escenas de la Pasión que se hallan hechas en baldosa sobre pedestales de ladrillo en el camino del cementerio 5.º el de las Cuevas, denominado así a causa de las que había en la antigüedad habitadas por los moros, y convertidas hoy en casas de mediano aspecto, habiendo alguna que otra cueva que revela bien lo que fue especialmente la marcada con el número 114, que se encuentra a la derecha del camino que desde el molino viejo conduce a Capuchinos por detrás de la casa de Beneficencia. 6.º el del Cármen, que comprende las casas de campo que hay desde la cárcel pública hasta algo mas allá de la ermita de aquel título, sita en la carretera de Zaragoza. 7.º el de San Francisco, así llamado del ex-convento de este nombre.

Fue tan marcada su indiferencia, que don Juan se dijo: «¡Tendría gracia que yo me hubiese equivocadoPero tornó a mirarla y se convenció de que era ella, la misma, la propia Cristeta, que tantas veces le había dicho: «¡Juan míoPoco le faltó para llegarse a ella y hablarla. Por fortuna se contuvo pensando: «¿Y si me pega un bufido y me pongo en ridículo?

¡Qué elegantísima Fernanda! exclamó el conde en voz baja, inclinándose con afectación. La bella apenas se dignó sonreír, extendiendo un poco el labio inferior con leve mueca de desdén. ¿Cómo te va, Luis? dijo alargándole la mano con marcada displicencia. No tan bien como a ... pero, en fin, voy pasando. ¿Nada más que pasando?... Lo siento.

Usted no ve estos horrores. ¡Dichosa ceguera la de aquellos cuyos ojos cerró Dios al venir al mundo! Es verdad ... no lo ... dijo Paula con una ironía tan marcada, que fué preciso todo el extravío de Lázaro para no notarlo. No lo , no entiendo de eso. Soy una tonta devota. Estas últimas palabras, dichas con cierto despecho fueron bastantes á fijar la atención del interlocutor.