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Actualizado: 29 de junio de 2025
Manzanares, con el rostro verdoso y una sonrisa feroz, tartajeaba su protesta. ¡Pero a usted quién le mete!... ¡Usted qué sabe! Espérese, amigo dijo Isidro ; yo también me voy. Estas señoritas tendrán que hablar entre ellas de sus asuntos. Señalaba a dos compañeras de Marcela que arreglaban sus sillones para tenderse en ellos, fatigadas sin duda de la ascensión desde los camarotes a la cubierta.
Viajan, sí, por mero placer, los elegantes y los fantaseadores, los bañistas de afición y los amantes de la naturaleza; pero, precisamente en la fecha citada, este linaje de madrileños regresaba ya hacia las orillas del Manzanares, ó, por mejor decir, hacia las bocas de riego del Lozoya.
Empleados no se encuentran allí, por estar aquel caserío lejos de toda oficina. Es el arrabal alegre y bien asoleado, y corriéndose al Portillo de Gilimón, se ve la vega del Manzanares, y la Sierra, San Isidro y la Casa de Campo.
Esos mismos que en noviembre venden ruedos o zapatillas de orillo, en julio venden horchata, en verano son bañeros del Manzanares, en invierno cafeteros ambulantes; los que venden agua en agosto, vendían en carnaval cartas y garbanzos de pega y en navidades motes nuevos para damas y galanes.
A la mañana siguiente, salió por la Puerta de Toledo poco antes de mediodía. Al llegar al puente, torció a la izquierda, dirigiéndose al depósito de cadáveres, en la orilla del río. Los ardores del sol caldeaban las charcas del Manzanares, llenas de la inmundicia de las alcantarillas que desaguan en él. Un hedor de letrina en ebullición envenenaba la densa atmósfera de verano.
Arriba, el cielo sin una nube, límpido, como si su azul lo hubieran lavado las últimas lluvias, con una diafanidad que absorbía y borraba instantáneamente el humo de las chimeneas. Abajo, en los declives que conducen al Manzanares, grandes masas de vegetación: las arboledas del Campo del Moro, de la Virgen del Puerto, de la cuesta de la Vega.
Desde el fusilamiento de los sesenta compañeros de Manzanares y los veinticuatro de Alicante, el 8 de Mayo, hasta el de los sargentos del 22 de Junio, no ha pasado año sin alguna brutalidad semejante: exceptuando a los Zurbanos, y la muerte de Mariana de Pineda, para quien fue preciso hacer un garrote nuevo, porque tenía el cuello muy delgadito...
Mis tretas para burlar su persecución, se redujeron a echarme a correr por la puerta de San Vicente hacia fuera, metiéndome en los lavaderos del Manzanares, donde me creí perfectamente seguro de las asechanzas de mis enemigos.
Aquí le quería pillar, calaverón, tenorio de la calle Alsina... De seguro que está usted declarando su amor a esta señorita, en estilo de factura. Visiblemente irritado Manzanares por la burlona intervención, se apresuró, sin embargo, a contestar, temiendo que Isidro persistiese en sus bromas. No señor; hablábamos de cosas serias, de cosas de allá.
Dormimos en Manzanares, y al siguiente día, no encontrando ni cabalgaduras ni carro alguno, partimos a pie para la venta de la Consolación, donde nos detuvimos a oír las estupendas nuevas que allí se referían.
Palabra del Dia
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