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Actualizado: 29 de junio de 2025


Levantábase temprano y se bañaba en su propia casa, por no querer rebajarse a ser náyade de un río tan pedestre y cursi como el señor de Manzanares. En las primeras horas del día, abiertos de par en par los balcones de la casa, que daban a Poniente, entraba un poco de fresco, y el cuerpo y el espíritu de la dama recibían algún consuelo.

Bringas, después de toser un poco, envolvió en las nubes del sueño su opinión sobre la superioridad de los baños del Manzanares ante todos los baños del mundo. La mejoría de nuestro amigo se acentuaba tanto, que Golfín desde mediados de Julio dejó de ir a la casa. D. Francisco, acompañado de Paquito, iba a la consulta dos veces por semana.

La mañana, la niebla, el miedo, el misterio, ¡hasta el sitio...! Aquí venían con sus amantes las damas de tiempo de Carlos IV; en este palacio de la Moncloa debían de tener sus citas Godoy y María Luisa. ¡Cuántas picardías habrán visto esos merenderos! ¡Si pudiese hablar esa ropa que hay tendida! ¡Pobre Manzanares, cuánta burla le han hecho!; arroyo aprendiz de río, dijo Quevedo; río con mal de piedra, le llamó Lope... ¡Si hubiese por aquí una casita decente!

Mis tretas para burlar su persecución, se redujeron a echarme a correr por la puerta de San Vicente hacia fuera, metiéndome en los lavaderos del Manzanares, donde me creí perfectamente seguro de las asechanzas de mis enemigos.

Mucho tiempo debieron de durar las conferencias, porque no vimos que éstos se retiraran ni que concluyese el ruido y algazara en el interior; pero al cabo de largo rato un movimiento general de la multitud nos indicó que algo importante ocurría. En efecto; los franceses, replegando sus caballos en la calzada, retrocedían hacia Manzanares.

Por las mañanas toda la familia bajaba al Manzanares, donde Isabelita y Alfonsín se bañaban. El papá había sacado nuevamente a luz su traje de mahón, y con esto, y el sombrero de paja parecía que acababa de venir de la Habana. Resguardados de la luz por espejuelos muy oscuros, sus ojos sanaban rápidamente, gracias al puntual cumplimiento del plan curativo que le había dejado Golfín.

El pueblo donde paramos a eso de las ocho de la mañana era Villarta; y dejando allí nuestros machos, tomamos unas galeras que en nueve horas nos hicieron recorrer las cinco leguas que hay desde aquel pueblo a Manzanares: ¡tal era la rapidez de los vehículos en aquellos felices tiempos!

Y con gran escándalo de Manzanares comenzó a entonar a todo pulmón una romanza. Unos marineros que pintaban de blanco las tuberías para el riego de la cubierta volvieron la cabeza, riendo con simplicidad infantil. Pero hombre, ¡cállese! protestó el comerciante . ¿Y usted va a Buenos Aires a hacer fortuna?... Lo primero es ser hombre serio, para inspirar confianza.

Poco después encuentra un amigo, enamorado también de la misma dama, y celoso de ella por haber oído que otro amante le ha dado una fiesta á orillas del Manzanares la noche anterior; el embustero, que ignora la pasión de su amigo, le dice, para darse importancia, que él ha sido el autor de aquella fiesta.

¡Ah, calavera hipócrita! prosiguió Isidro . Cuando estemos en Buenos Aires iré un día a su establecimiento de la calle de Alsina, para decirle a la señora de Manzanares quién es su marido... Así lo haré, a menos que no me soborne con un par de botellas de champán. Una oleada verdosa se extendió por el rostro del comerciante.

Palabra del Dia

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