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Actualizado: 5 de octubre de 2025
Uno de los pastores, jefe á la vez de los demás, penetró en el ancho círculo que formaban los asistentes; paróse enfrente del alcalde; arrojó al suelo un saco casi vacío que llevaba al hombro; descubrióse; cargó el cuerpo sobre el garrote; balanceóse un poco en esta postura; esparrancóse; escupió tres veces; pasó una manga de su camisa por debajo de las narices, y después de obtener el permiso del alcalde, habló de esta manera: Pos ... salto y digo: ahí está la cabaña, como se habrá visto.
¡Mírala que guapa está! dice Martín tirando a Juan de la manga. En el mismo momento descubre ella a los dos hermanos y ¡al diablo los modales estudiados! se levanta en el carruaje, agita la sombrilla con una mano y el pañuelo con la otra, ríe con abandono, y con la punta de su sombrilla da en la espalda al cochero para que ande más de prisa.
La noble faz de Ramoncito se descompuso al escuchar estas pesadas palabras. Todo su cuerpo se estremeció de furor. No se sabe qué acto bárbaro e insano hubiera realizado a no sujetarle Castro por la manga del frac, diciéndole: Déjala, hombre. ¿No ves que tiene ya mucho alcohol en la cabeza? Castro tenía del otro lado a la Nati.
Entonces ya la niña, comprendiendo, y descolorida y turbada, le asió de la manga de la americana, exclamando: ¿Pero qué... cómo? ¿Qué quiere decir eso del tren? Lo natural, señora pronunció con su ademán cansado el viajero . Que sigo mi ruta; que voy a París. ¡Y me deja usted así... sola! ¡Sola aquí, en Francia! gimió Lucía con el mayor desconsuelo del mundo.
Pero en el confesonario se desacreditó antes que en el púlpito. ¡Era tan soso! Y tenía la manga muy estrecha y sin gracia. Preguntaba poco y mal. Hablaba mucho y a todas les decía casi lo mismo. Además, era demasiado madrugador y ni siquiera guardaba consideraciones a las señoras delicadas. Se ponía en el confesonario al ser de día. Se le fue dejando poco a poco.
Aunque ese es un turco y Vd. todo un caballero, lo cual explica que Vd. me hable siempre con indiferencia o sequedad, como me consta que no es Vd. hipócrita ni intolerante, sino que tiene Vd. manga ancha y caridad para ciertos pecados, no me cabe la menor duda de que cuando Vd. me trata con el... con el desvío, con la antipatía, que me demuestra, es porque tiene de mí muy mala idea.
Jamás pudieron entrar por las modas del presente. Una saya de cúbica negra muy escurrida con plomos por debajo para que se escurriera todavía más, talle muy alto, manga apretada con bullones, zapatito de tabinete descotado y un tocado inverosímil de puro extravagante: así se presentaban en todas partes.
Julita no se anduvo con melindres; tomó la galantería al pie de la letra y se puso a taconear sobre el infortunado sombrero de tal suerte, que si Enrique no acude a tiempo se lo hace pedazos. Está visto que contigo no se puede ser galante dijo de mal humor mientras lo limpiaba con la manga de la chaqueta.
Y el tío Marcial, con su perilla blanca y su manga vacía, que inspiraba tanta curiosidad al pequeño, que un día se atrevió a preguntarle dónde estaba su brazo, y se ganó esta bella respuesta: ¿Mi brazo? ¡Aquí le tienes! Y el veterano mostraba su cruz de honor con tal orgullo, que realmente no parecía digno de compasión.
Y como el morito, acometido de violentísimas picazones en brazos y pecho, hiciera garras de sus dedos para rascarse con gana, la ribeteadora se acercó para mirarle los brazos, que había desnudado de la manga. «Lo que tiene este hombre dijo con espanto es lepra... ¡Jesús, qué lepra, seña Benina!
Palabra del Dia
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