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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Dicen que le encontraron con la cabeza apoyada en las manos, seco, rígido y sin sangre. No puedo pintarte el horror que me causó lo que vi. Le habían incorporado en el asiento. Toda la pechera de la camisa estaba manchada de sangre, la barba llena de cuajarones... los ojos abiertos. De la puerta me volví, y no sé cómo llegué al taller, porque me iba cayendo por el camino; tal impresión me hizo.
Ocurrió el contratiempo grave de que mientras Ponte llamaba con nerviosa furia, decidido a romper la campanilla, subió Hilaria de la calle y abrió con el llavín, y ya no fue posible cortar el paso al intruso, que se precipitó dentro, presentándose ante las asustadas señoras con el sombrero metido hasta las orejas, blandiendo el bastón, la ropa en gran detrimento y manchada de tierra y lodo.
Doña Aldonza y Elvira habían ido a Oviedo a echarse a los pies del rey y pedirle el perdón, si bien con poquísima esperanza, por ser muy justiciero el soberano. De todos modos, la honra de la familia quedaría manchada.
Dimmesdale, tan sólo como un ejemplo de la tenaz fidelidad con que los amigos de un hombre, y especialmente de un eclesiástico, defienden su reputación, aun cuando pruebas tan claras como la luz del sol al mediodía iluminando la letra escarlata, lo proclamen una criatura terrenal, falsa y manchada con el pecado.
Cuando quería imitar, bajo la sotana manchada de cera, los acompasados y ondulantes movimientos de don Anacleto, familiar del Obispo creyendo manifestar así su vocación , Celedonio se movía y gesticulaba como hembra desfachatada, sirena de cuartel. Esto ya lo había notado el Palomo, empleado laico de la Catedral, perrero, según mal nombre de su oficio.
En la primera época de su vida Ester se había imaginado, aunque en vano, que ella misma podría ser la profetisa escogida por el destino para semejante obra; pero desde hace tiempo había reconocido la imposibilidad de que la misión de dar á conocer una verdad tan divina y misteriosa, se confiara á una mujer manchada con la culpa, humillada con la vergüenza de esa culpa, ó abrumada con un dolor de toda la vida.
Tanta, que ni siquiera reparó en la niña, que, por haberse limpiado las lágrimas con las manos después de oprimirse con ellas la cabeza, tenía la cara manchada de sangre. Pero Juana sí, y al punto arrojó la obra en que se ocupaba; saltó por encima del mostrador sobrecogida de espanto, y tomando a la niña en sus brazos, ¡Hija mía! gritó . ¿Qué sangre es ésa?
Algunos roncaban tirados en las banquetas; otros se alejaban titubeando, para volver poco después pálidos, con la pechera de la camisa manchada. De pronto se apagaron las luces y salimos empujándonos, entre un griterío de protesta. Se habló un poco de matar al mayordomo, pero había desaparecido. ¿Y se fueron ustedes a dormir? preguntó Ojeda.
Escuchad lo que iba diciendo entre dientes el atildado notario de la calle de Verneuil: ¡Maldita aventura! ¡Que me lleve el diablo si sospechaba siquiera que le hubiese dado derechos a este animal de turco!... porque, ¡vaya si lo es!... Pero, ¿por qué no me habré puesto las gafas?... Parece que le he pegado un puñetazo en la nariz... Sí, sin duda: su tarjeta está manchada de sangre, y mi mano lo está también.
Toda la familia se había lanzado á la puerta, devorando ansiosa el obscuro horizonte, convencida de que las detonaciones que alarmaban la vega tenían alguna relación con la ausencia del padre. Locos de alegría al verle y al oir sus palabras, no se fijaban en su cara manchada de barro, en sus pies descalzos, en la ropa sucia y chorreando fango. Le empujaron hacia dentro.
Palabra del Dia
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