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Actualizado: 8 de mayo de 2025
YEMAS ACARAMELADAS. Sin batirlas se echan yemas en un cazo, se les va echando almíbar algo fuerte, mezclando todo, y se acerca a fuego lento hasta que se cuaje; cuando está espeso se saca a una fuente a enfriar; después de fría se trabaja con azúcar fina y se rolla, tomando luego porciones como yemas y colocándolas en una lata manchada de mantequilla.
Algún ventorrillo, con su rama seca colgada, ante el portón, ofrece de trecho en trecho al caminante el cochifrito o el tasajo, compañeros del vino, y a lo lejos se extiende hasta perderse la blanca cinta del polvo de la carretera, manchada sólo por los excrementos de las bestias, o hendida por las pesadas llantas de los carros.
El cabrero dio dos palmadas sobre el lomo a la cabra, que por los cuernos tenía, diciéndole: -Recuéstate junto a mí, Manchada, que tiempo nos queda para volver a nuestro apero.
Señora, creo que no dirán nada observó Salvador, reprimiendo la sonrisa que a sus labios venía. ¡Oh! quién sabe.... Ahora todo se juzga por el aspecto malo. ¡Ah! ni la nieve misma está libre de mancharse o de ser manchada.... Retírese usted... yo comprendo que deseará prolongar la conversación en el portal; pero no puede ser, no puede ser de ningún modo.
Himno de muerte parecía el rugido de sus armas, y en su mismo estertor... ¡ay! frente a ella irguióse su conciencia: ¡cuán manchada! Entonces, al clangor estrepitoso que producían, al herir, las balas, veía al pueblo defender sin miedo la idea que tus párrafos inflama.
Es que Baylen no es para nosotros sino una página vergonzosa de la historia de Francia, manchada por una guerra inícua, de perfidia y usurpacion, empeñada contra un pueblo hermano, á despecho de la nacion francesa. Entónces no hay por qué recordar el suceso con pesar.
La seda abundaba en remiendos, gloriosos recuerdos de cornadas en las que quedaban al aire faldones y vergüenzas, y estaba manchada de amarillentos rodales, viles vestigios de las expansiones del miedo. Entre este populacho de la tauromaquia, amargado por el fracaso y mantenido en la obscuridad por la torpeza o el miedo, existían grandes hombres rodeados de general respeto.
Examinó mi ropa manchada de barro, y comprendiendo que no se daba cuenta de dónde podía salir yo en semejante estado, añadí: Se ha casado Agustín. ¿Casado...? exclamó Oliverio. ¿Y por qué no? Eso debía suceder.
Créame que sólo la desesperación ha podido arrastrarme a dar este paso, porque los cobardes enemigos de mi padre y míos han triunfado. »Le pido al mismo tiempo olvide completamente que ha existido en el mundo una persona del nombre de la desesperada, afligida e infortunada Mabel Blair». Quedé parado, con la carta abierta en la mano, manchada en lágrimas, absolutamente mudo y desconsolado.
No, si se arrima de esta banda, yo le diré cuántas son cinco. Y yo. Y yo. Así crecía la hostilidad y se amontonaban densas nubes sobre la cabeza de la apóstata, a quien por el color de su tez biliosa y de su lacio pelo, por lo sombrío y zaíno del mirar, llamaban Píntiga, nombre que dan en el país a cierta salamandra manchada de amarillo y negro.
Palabra del Dia
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