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Delaberge contempló entonces con mayor complacencia aun a aquella mujer... La señora Liénard estaba discutiendo a media voz con el inspector provincial, su vecino de mesa, y sin abandonar su aire de amable alegría le atacaba con maliciosas recriminaciones, ante las cuales se rebelaba el otro con tonos de malhumor. ¡Ah! no es usted muy amable con los pobres exclamaba ella.

El médico era un joven simpático, de fisonomía inteligente. Señora duquesa respondió con firmeza . Yo haré cuanto esté de mi parte por que las asiladas no tengan motivo de queja. Sin embargo, debo repetirle que, a pesar de nuestros esfuerzos, es posible que siga usted recibiendo alguna. No puede usted comprender hasta qué punto son impertinentes y maliciosas ciertas mujeres.

Sobre todo a las jóvenes les llamaba mucho la atención que acompañase a unas monjas, y me dirigían miradas maliciosas y sonrisas, por donde vine a comprender que sospechaban la admiración que las virtudes y los ojos de la hermana San Sulpicio me inspiraban.

Luis, influido por el sitio, pensaba en Goya y en las duquesas graciosas y atrevidas que, vestidas de majas, venían a sentarse bajo aquellos árboles, con sus galanes de capa de grana y sombrero de medio queso. ¡Aquellos eran buenos tiempos! Las toses insistentes y maliciosas de su cochero le avisaron. Una señora bajaba del tranvía y se dirigía al encuentro de Luis.

Aquel «conque» era la muletilla de las señoritas Castro Pérez, y en Villaverde cuando de ellas se hablaba, todos decían «las niñas Castro Conque». ¿De qué se ríe usted? preguntó contrariada la rubia. De nada. Son ustedes muy maliciosas.... ¡Conque de casa! volvió a decir. No sabíamos que vivía usted allí, en el ¡«pa... la... cio» de la marquesita! ¿Por qué no avisa usted cuando muda de casa?

El maestro contestó, con un dejo de orgullo, que no pasó inadvertido a las maliciosas orejas de los muchachos: Era mi hija Silvia... ¿Cómo, monsieur Jaccotot?... preguntó todavía Aguilar, con no fingida sorpresa. Nosotros nada sabíamos de que usted fuera viudo... Monsieur Jaccotot meneó la cabeza en forma de negación...

Tal sospecha, lo confieso, me quita las ganas de oir las lecciones de V., que de otro modo me entusiasmarían; tal sospecha disminuye el valor de dichas lecciones, que se me figuran interesadas y maliciosas: más que medio de enseñarme, me parecen medio de embaucarme. La malicia la pones , sobrina respondió el Comendador. Yo procedo con la mayor sencillez.

¿Verdad? exclamaba conmovida la pobre vieja. Y dirigiéndose a su marido, agregaba: ¡Es tan buen muchacho!... ¡Oh, , es un buen muchacho! repetía el otro lleno de entusiasmo. Y mientras que yo hablaba había entre ellos movimientos de cabeza, sonrisitas maliciosas, guiños de ojos, aires de valor entendido. O bien, el viejo que se aproximaba a diciéndome: Hable usted más fuerte.

Con su cabeza de chorlito, es la más buena de la familia. ¡Y don Pablo que se muestra tan orgulloso de la nobleza de su madre!... Esta y su hermana son de las que nos consuelan haciendo acabar en punta los linajes orgullosos... Continuó su marcha Montenegro, entre las miradas de asombro o las sonrisas maliciosas de los que habían presenciado su conversación con la Marquesita.

Feliciana le ayudaba, estimulándole con maña, y así logró Rubín decir a la otra algunas cosas que por disimulo de sus sentimientos quiso que fueran maliciosas. «Tardecillo vino usted anoche. A las once no había vuelto usted todavía». Y por este estilo otras frases vulgares que Fortunata oía con indiferencia y que contestaba de un modo desdeñoso.