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Actualizado: 26 de junio de 2025


Fué el juego al parar; y lo bueno fue que dijo que no sabía el juego, e hizo que se le enseñásemos. Dejónos el bienaventurado hacer dos manos, y luego nos la dió tal, que no dejó blanca en la mesa. Heredónos en vida; retiróla el ladrón con las ancas de la mano, que era lástima: perdía una sencilla, y acertaba doce maliciosas.

Fue el juego al parar, y lo bueno fue que dijo que no sabía el juego y hizo que se le enseñásemos. Dejónos el bienaventurado hacer dos manos, y luego nos la dio tal que no dejó blanca en la mesa. Heredónos en vida; retiraba el ladrón con las ancas de la mano que era lástima. Perdía una sencilla y acertaba doce maliciosas.

Grande gusto recebían el cura y el barbero de oír el coloquio de los tres; pero don Quijote, temeroso que Sancho se descosiese y desbuchase algún montón de maliciosas necedades, y tocase en puntos que no le estarían bien a su crédito, le llamó, y hizo a las dos que callasen y le dejasen entrar.

Decían malas lenguas que al hacerse la ropa juntaba los pedazos y se los cosía en la misma piel; también decían que comía alcanfor para conservarse, y que estaba, forrada en cabritilla. Boberías maliciosas son estas de que los historiadores serios no debemos hacer caso.

¡Qué bien dicho está! Cinco veces he leído el famoso pasaje, y, finalmente, para escapar a las miradas maliciosas del padre Tomás, me he arrojado llorando en los brazos de la abuela. El cura se quedó un poco sorprendido por esta conclusión imprevista. ¡Cómo!... ¿Lágrimas?... murmuró levantando las gafas para ver mejor. respondió la abuela, esta niña está muy sensible...

¡Qué hermana! volvieron a exclamar algunas monjitas . ¡Qué gracia tiene! ¡Pues no dice que se ha casado!... ¡Lo que no se le ocurre a ella!... ¡Qué! ¿No quieren vuestras caridades creerlo? Las caridades siguieron riendo, arrojándome miradas penetrantes y maliciosas. ¡Pues ahora mismito se van ustedes a convenser! exclamó mi esposa con arranque.

La tormenta estaba encima. Son ustedes muy maliciosas. Es cierto que estuve en la casa del señor Fernández..., ¿y qué? ¡Vaya! ¡Vaya! Confiesa usted... exclamó Luisa, abanicándose. Nada tiene de extraño. Ya saben ustedes que los negocios.... Fuí a recoger una firma. ¡Puede! Si nosotras estábamos allí.... Fuimos a pagar la visita. Ya nos daba vergüenza ver a Gabriela.

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