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Actualizado: 27 de junio de 2025
Entonces, todo son comentarios malévolos, llegando á oídos de la madre una que otra frase. Esto no deja de inquietarla. Aquellos importunos, á quienes trata de desviar de su lado, son á veces gentes de influjo que podrían perjudicar á su esposo. En ninguna parte trabaja tanto la imaginación como en los baños de mar.
Admitiendo que su presencia pudiese despertar en algunos espíritus malévolos las malicias de otros tiempos, la señora Princetot era mujer bastante experimentada para no haber tomado sus precauciones y preparado sus medios de defensa. Por otra parte, el bueno de Princetot, que por tanto tiempo había estado sordo, no lo iba a estar ahora menos...
No pasó, sin embargo, mucho tiempo sin que se desquitara de sus malévolos perseguidores, y una vez estuvo en un tris de que sus represalias me envolvieran en un serio disgusto. El regente de la imprenta se llamaba Webster, y De-Hinchú pronto aprendió a reconocer al individuo y las letras combinadas de su apellido.
Con sus malévolos discursos, habían logrado desatar contra el periódico a algunas damas influyentes de la villa, entre ellas doña Brígida. Con esto tuvieron por suyo dentro del Saloncillo al sandio y degradado Marín. También atrajeron a su bando, poco después, al borracho del alcalde.
Esto de aguantar la mecha, no le sabía a mieles, sin duda, al alicaído corredor; pensaba que si don Bernardino había venido a la Bolsa, era porque ni estaba quebrado, ni temía hacer frente a los díceres malévolos del vulgo, y si esto era así, como parecía, felizmente, no sería él tan simple de no largarle lo que tenía en la punta de la lengua. Y así lo hizo, sin ceremonia.
Transcurrido un mes, todos los habitantes del balneario sabían que la señora de Molínez estaba muy aliviada, y que, sin embargo, el doctor cada día pasaba más tiempo en su casa, con lo cual hallaron fundamento las suposiciones de los malévolos y ocupación las lenguas de los murmuradores. «Las enfermedades del corazón deben de ser contagiosas cuentan que dijo un chusco porque desde que llegó esa señora de Molínez el médico está muy grave.»
En mal hora para mí y para castigo de mis culpas, dijo con la voz balbuciente, fui yo a esta casa venido anoche; y no os digo por qué, aunque bien podéis figuraros la causa; que prohibido me está severísimamente, y bajo pena de grave censura, el que más de la cuita en que estoy agonizando hable, ni con vos ni con nadie, ni aun conmigo mismo: quejas hanse dado hoy a la Inquisición, porque en vez de prenderos a vos, señora, al rapista Viváis-mil-años prendí; y yo no sé quién pudo dar esta queja; pero es lo cierto, que puesto que el rapista haya dado en otras ocasiones motivos o sospechas para que la Inquisición le prenda o le aperciba, por lo de ahora limpio está de acusaciones y sospechas, y le han soltado, y en su casa se halla, insolente y ufano y satisfecho, diciendo que a un tal católico apostólico romano como él, no hay quien en materias de fe le meta el diente, y que si hay malos ministros que, por servir a hermosas damas, a los buenos católicos llevan a la Inquisición a encerrarlos, este tribunal, en su justicia y en su sabiduría, al atropellado suelta y le satisface, y a sus temerarios o tal vez malévolos familiares, que a tanto osan, reprende, apercibe y penitencia.
Le corresponde de hecho y derecho». Después corrieron entre los amigos rumores malévolos respecto a él.... Dijeron que se había hecho carlista.... ¡
No: aquel santo asilo de almas consagradas a Dios y a la propaganda piadosa, no debían nunca verse sujetas a miserables tributos, pesquisas de profanos malévolos ni vejaciones parecidas.
El pobre niño tuvo que experimentar no sólo un trabajo excesivo, superior a su edad, sino una serie de castigos crueles, malévolos, refinados. Y D.ª Filomena, que era la dulzura personificada, que jamás había levantado la mano sobre su hijo, consentía impasible que aquel hombre lo azotase despiadadamente. Acallaba su conciencia diciéndose que era para su bien.
Palabra del Dia
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