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Por unos vericuetos en que el vidrio molido hacía papel de escarcha, venían en sendos camellos sus reales majestades Gaspar, Melchor y Baltasar, seguidos de abigarrada servidumbre; al borde del arroyo había un grupo de, lavanderas; en un altillo, junto a la hoguera de talco en que se freían las migas, los pastores apacentaban las ovejas de patitas de alambre, mientras los pavos de abermellonada cabeza y peana verdosa destacaban sobre el musgo aterciopelado y húmedo.

La lavanderilla y la doncella, con sus respectivos maridos, siguieron siempre gozando del favor de Sus Majestades, y siendo los señores más principales de toda aquella tierra. Aunque se ame y se respete la virtud, no se debe creer que sea tan vocinglera y tan espantadiza como la de ciertos censores del día.

Me estáis desgarrando el alma, señora... y... no os comprendo... arrostráis un sacrificio al casaros conmigo... todo lo indica en vos; y cuando quiero salvaros, si es posible, á costa mía de ese sacrificio... ¿me preguntáis no sólo si os amo, sino si amo otra? Son las tres de la mañana dijo doña Clara y sus majestades esperan; concluyamos ó volvéos libre, ó seguidme.

Hija le respondió el Cojuelo , en estos paseos ordinarios no salen Sus Majestades; si quiere ver sus retratos al vivo, presto llegaremos adonde cumpla su deseo. Sea en hora buena dijo la tal Rufina, y prosiguió, diciendo : ¿Quién es este caballero y gran señor que pasa agora con tanto lucimiento de lacayos y pajes en ese coche que puede ser carroza del sol?

Que se cubra de oro, hay razón para ello, porque posee la voz más melodiosa, la entonación más segura que he oído en mi vida; y cuando canta, lo que sucede pocas veces, no cedería por mil escudos mi asiento en la capilla del Rey; pero que sea el favorito de Sus Majestades; que disponga a su capricho de honores, puestos y pensiones; que tenga, según afirman, voz en el Consejo, ¡eso es inmoral, es absurdo!... ¡Sólo falta ya que se le nombre primer ministro!

Habéis visto á la hija llorando; y es muy posible que veáis al padre rabiando. ¿Y qué hace en el alcázar su excelencia? Ha venido á ver al rey y no le ha encontrado en su cámara: le han dicho que el rey está en la cámara de la reina, y si se le ha puesto saber hasta qué hora están juntos sus majestades, se habrá quedado sin duda en la cámara real; pero hablemos bajo no sea que nos oigan.

En respetando al rey y a Dios, respeto que consistía más bien en no acordarse de ambas majestades que en otra cosa, podía usted vivir seguro sin carta de seguridad, y viajar sin pasaporte.

El Directorcillo tuvo que vencer sin embargo varios inconvenientes, pues la comedia tenía tres majestades femeninas y cinco princesas, y como solo podía disponer de dos de las primeras y tres de las segundas, de aquí que el hombre tuvo que comerse por buen componer unos cinco mil versos y sustituir no pocos nombres con otros.

Habla vuesa merced muy a lo santo, señor Teniente respondió Preciosa ; ándese a eso y cortarémosle de los harapos para reliquias. Mucho sabes, Preciosa dijo el Tiniente . Calla, que yo daré traza que sus Majestades te vean, porque eres pieza de reyes. Querránme para truhana respondió Preciosa , y yo no lo sabré ser, y todo irá perdido.

Se celebraron grandes fiestas por el feliz alumbramiento de la Infanta doña Catalina, hija de Sus Majestades. Fué recibido por asistente don Francisco Arias de Bovadilla conde de Pañonrostro. Al darse cuenta en el Cabildo de 24 de Marzo, se reparó en que la Provisión Real no decía muy noble y muy leal ciudad, acordándose que el Procurador mayor lo hiciese presente á la Corte.