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Entrad, pues, y en entrando oíd lo que habéis de hacer dijo la joven, que joven era á juzgar por la voz la que hablaba, y cerró la puerta quedando los tres en un espacio obscuro. ¿Os han dado algún mandato para ? dijo Quevedo. Mi señora me ha dicho que su majestad os está esperando, que vayáis á su cuarto y os hagáis anunciar por la servidumbre. De las dos majestades, ¿cuál me espera?

Yo digo que me prendieron, y aunque alegué que tenía que estar á la mira del almuerzo de sus majestades, y evacuar otros negocios, el alguacil que me prendió, sólo me dejó dar una vuelta por las cocinas, y llevar á mi casa el cofre, el famoso cofre, que había dejado en una portería por irme con el tío Manolillo. ¿Pues no decíais que os habían robado el tal cofre? ; , señor; me lo robaron.

A seguida Montiño revisó una por una las cacerolas puestas al fuego, se enteró de todos los pormenores, y viendo que todo estaba á punto para el almuerzo y la comida de sus majestades, se escurrió hacia la puerta de la cocina, evitando el mirar al alguacil, porque se le figuraba que no viéndole tampoco el corchete le veía. Este no dijo una palabra, pero se fué en silencio tras Montiño.

Los Caínes visten de magistrados y guerreros; santifican el Maüser y la Horca, hacen del Oceano un Coliseo, del campo del honor un spoliarium; matan y juran entre rezo y rezo y convierten la tierra creadora en palacios de buhos y de cuervos, los únicos amigos de las tumbas, los únicos amantes de los muertos; esas dos majestades de la noche que van en recepción al cementerio... Todo es convencional y todo rige: Conciencia, Patria, Aristocracia, Infierno, Justicia, Fuerza, Jerarquías, Leyes, Honor, Banderas, Religiones, Cetros, sólo la Inteligencia y el Cariño son los supervivientes de los tiempos; can ellos dos se escalarán las nubes; con ellos dos se invadirán los cielos.

¿Pues quién otro pudiera ser, ahí, en ese dormitorio y en ese lecho? ¡Maravilla! ¡milagro! ¡y la reina parece feliz y satisfecha, sonríe á sus sueños! Guárdela Dios á la infeliz dijo el bufón ; pero sigamos. Duerman en paz sus majestades dijo Quevedo siguiendo al bufón. Este se detuvo un poco más allá. Aquí hay otra puerta dijo , y en ella otros dos agujeros. Mirad.

Esta aureola fascinaba a Rosalía, quien, extremando su respeto a las majestades caídas, aparentaba, tomar en serio aquello de mi administrador, mis casas... Se expresaba Cándida en todas las ocasiones con un desparpajo y una seguridad y un boca abajo todo el mundo que no daban lugar a réplica.

Pues bien; mandad preparar lo necesario; pedid, entre tanto, la licencia á sus majestades, y adiós, que yo voy á otro lugar que me interesa. Y Quevedo, seguro de que había asustado lo bastante á doña Clara, para que no se dilatase por su parte el viaje, salió. Iba contento atravesando las calles. ¿Qué puede suceder decía en tan poco tiempo?

Anoche... ¡pasaron tantas cosas...! el padre Aliaga estuvo en audiencia particular con sus majestades... don Francisco de Quevedo anduvo enredando por el alcázar... ¡Ah! no enredará más. He dado orden de prenderle y en cuanto me avisen de haberle preso, le envío bien asegurado al alcázar de Segovia.

Idem 10 de mayo 1636. «Viernes á 9 huvieron Sus Majestades Comedia nueva en el Retiro, y la representó Prado y su compañíaIdem 27 mayo 1636. «Todos estos dias a avido Comedia en Palacio, y se hacen grandísimas prevenciones para las fiestas que han de dar principio el domingoIdem 18 de octubre 1636. «Viernes 17 por la tarde huvo comedia en Palacio, á la que asistieron todos los embajadores

Salga en carroza ufano, por la ciudad haciendo cortesías, muy á lo soberano; que yo sin estas necias fantasías, de espigas coronado, desde mi carro lisonjeo el prado. Esta quietud adoro: esta vida pacífica poséo: no la riqueza lloro: la ambicion ni la quiero ni deseo; que en las soledades son las siempre dichosas majestades.