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Una legua abajo de Nare está la famosa Angostura, terror de los navegantes, y al salir de ella comienza la región de las islas de primorosa vegetacion, cada vez mas numerosas, porque el Magdalena, ensanchándose mucho sobre un terreno de bajo nivel y anegadizo, interminable como llanura selvática, diseminasus aguas en todas direcciones.

»Al separarme del doctor subí a mi cuarto para escribirle a usted esta carta que ahora dejo interrumpida y continuaré más tarde, pues acabo de recibir recado de Magdalena diciéndome que me aguarda, y corro a verla.» A las diez. «Puede usted reñirme, Antoñita; bien lo merezco porque temo haber cometido una gran locura. »Magdalena estaba sola.

Créeme: a toda costa es preciso que te marches. » Pero Magdalena se figura que aún tardaré en partir... ¿Cómo vamos a decirle?... » No pases pena; ella misma te pedirá que te vayas. »Y después que hubo pronunciado estas palabras, el señor de Avrigny entró en el cuarto de su hija.

Era verdad, Magdalena ya no existía... Se había eclipsado con las estrellas del cielo; suavemente había pasado del sueño a la muerte sin esfuerzo, sin exhalar más que un suspiro. Los tres contemplaron en silencio a la pobre criatura. Luego, viendo Amaury que sus hermosos ojos habían quedado abiertos, quiso cerrárselos, pero el doctor detuvo su ademán diciéndole: Lo haré yo, que soy su padre.

Retardada la instalación de la vivienda que el señor De Nièvres se había propuesto establecer en París, Magdalena no vino en todo el invierno.

Usted conoce muy bien al hombre que he elegido por marido: es... prosiguió Antoñita con voz ahogada lanzando una furtiva mirada al sepulcro de Magdalena como si quisiera pedirle aliento para hacer tal confesión, es... Felipe Auvray.

Si los territorios de Yélez y Socorro envían al Magdalena su bello contingente en las aguas de los rios Carare y Opon, ámbos navegables y riquísimos, las tierras altas de Tunja y Pamplona contribuyen con su abundante rio de Sogamoso ó Colorada, que desemboca cerca del nuevo puerto de Barranca-bermeja.

Cuando al día siguiente despertó Magdalena, a quien la intensa emoción sufrida había rendido hasta el extremo de dejarla sumida en un sopor profundo, era ya bien entrada la mañana. Llamó a su doncella y le mandó que abriese las ventanas.

Amaury, después de besar la mano a Magdalena que sonrió y le siguió con la vista hasta la puerta, salió del aposento. Cuando llegó al salón ya se habían marchado todos los convidados. Entonces ordenó que le arreglasen su cuarto y se acercó al de Magdalena, deteniéndose junto a la puerta y procurando escuchar desde allí lo que adentro se hablaba.

Oye, Magdalena, repuso Antonia acercándose a su prima y deslizando en su oído estas palabras que Amaury no pudo oír: Si por cualquier motivo no quieres que se me vea en el baile, dímelo francamente y me volveré a mi habitación. ¿Y con qué derecho y por qué razón habría yo de privarte de ese gusto? preguntó Magdalena en voz alta. Yo te juro que eso no constituye ningún gusto para mi.