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»El proyecto era grave y demasiado seductor para que dejáramos de ponerlo en planta; así, que la víspera de la fiesta, aprovechando la ausencia del padre de Magdalena, que había tenido que ir a París por asuntos de su profesión y favorecidos por la esplendidez del día, salimos corriendo del jardín al parque y de éste al bosque sin que nadie nos viese.

«Después me levanté y quise acercarme a Magdalena; pero su padre me salió al paso y me dijo: » Ahora duerme; no vayas a despertarla. »Y llevándome a la antesala, agregó: » Ya ves, Amaury, que es indispensable tu partida. Si eso hubiese sucedido en mi ausencia, si yo no llego a estar aquí para dirigirte, ¡sabe Dios lo que sería de Magdalena a estas horas! Sólo el pensarlo me aterra.

Con la iglesia de la Magdalena, que mas que templo cristiano semeja un edificio griego consagrado al culto de las artes, ábrese por un lado ese animado teatro que se llama boulevard . Todo lo que puede contener una opulenta ciudad se encuentra reunido en esta hermosa calle de una legua de extension, anchísima y recta como he apuntado ya.

Sólo había bailado dos o tres veces con otras tantas damas a las que sin pecar de grosero no habría podido dejar de invitar al baile; pero en cuanto estaba libre volvía en seguida al lado de Magdalena, que estrechándole la mano con cariño le manifestaba así su gratitud mientras su muda mirada le decía elocuentemente cuán dichosa se juzgaba.

Aquella planta, traída de tan lejos y por la cual demostraba especial interés el padre de Magdalena, decía ella que le había sido enviada en recuerdo de una expedición al pico de * por un compañero de viaje a quien se atribuía vagamente mucha amabilidad, mucha cultura y previsión y muchas consideraciones respecto al señor D'Orsel.

Al ver esta iglesia, me parece que estoy en el campo; creo como oler romero ó tomillo. Penetramos, y bajo estas bóvedas encuentro lo que no encontré en la Magdalena; lo que no hallé tampoco en el Panteon, espléndida creacion ateniense. Reina aquí cierto espíritu vago y silencioso, que nos reconcilia con la idea de Dios.

Y el joven que a la misma hora se hallaba cruzado de brazos, con la cabeza inclinada sobre el pecho, frente a un retrato de mujer, ¿acaso sonreía?... No, no; tampoco sonreía. El prelado vino a la reja y dijo a la novicia: Ya no te llamarás María Magdalena, sino María Juana de Jesús. La novicia fue a postrarse delante de la abadesa, y besó con respeto el crucifijo de su rosario.

Cierto es que si la intensidad del amor y el fervor de la oración constituyesen méritos a los ojos de Dios y sirviesen de ayuda a la ciencia, yo también podría atribuirme en cierto modo la gloria de haber contribuido a que Magdalena hoy esté convaleciente. Lo , Amaury, lo . Por eso, porque hasta qué punto la quieres, espero de ti, en bien de ella, un ligero sacrificio. Hable usted.

Desde que había quedado acordado su casamiento, Magdalena estaba a juicio de todos más robusta que nunca; pero los ojos del médico y del padre alcanzaban a ver en ella síntomas de dolencia física y moral que a todas horas se manifestaban claramente.

Era Magdalena, tocada en medio de una vida de frivolidades galantes y de locos escándalos por la sublimidad mística del arte y se arrojaba a los pies de El, del Maestro soberano, como el más victorioso de los hombres, señor del sublime misterio que turba las almas.