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Actualizado: 14 de junio de 2025


Unicamente si mis negocios se arreglasen volvería allá. No tengo más casa que la de aquí, una «villa» que compré en mis buenos tiempos. No sonrías; está hipotecada dos veces: cualquier día me echarán de ella.

Así hablaba Homero, entre las risas de sus camaradas, dejando modestamente a los grandes hombres de «la idea» que arreglasen otros problemas: el del estómago y el de la conciencia.

El señor de Maurescamp añadió: que tenía por sistema terminar tal clase de negocios lo más pronto posible, para evitar la publicidad, y, sobre todo, la intervención tan terrible de las señoras. Rogó, por consiguiente, a aquellos señores que fuesen inmediatamente a verse con el señor de Lerne, y arreglasen aquel asunto que confiaba a su amistad.

Un cuarto de baño que escandaliza a mi pobre tía y hace que le diga a Beppa que es pecado pensar tanto en las cosas del cuerpo. Aunque olvidadas mis antiguas costumbres, yo no podía pasar sin el baño; es el único lujo que conservo, y mandé venir de Valencia artesanos con mármoles y maderas finas para que arreglasen una preciosidad. Ya lo verá usted; cosa buena.

Era absurdo esperar que se arreglasen favorablemente los asuntos embrollados por el suicidio de Fontenoy, y resultaba peligroso seguir viviendo en París. Te advierto que adivino lo que piensas hacer mañana ó tal vez esta misma noche, si consideras tu situación sin remedio.

El Rey entró el 1.º en Zaragoza en la semana de ramos, acompañado de los oficiales de su casa y señores de su corte: llevaba luto por su padre D. Jaime 2.º, pero ordenó, que el sábado santo despues de gloria se lo quitasen todos, se afeitasen las barbas, y se arreglasen muy de propósito para la fiesta.

Todo eran iglesias derribadas, escándalos antirreligiosos, capillitas protestantes establecidas aquí o acullá, libertades de enseñanza, de cultos, de esto y de lo otro.... Julián se limitaba a deplorar tamaños excesos, y a desear que las cosas se arreglasen, lo cual no daba tela a Máximo para armar una de sus trifulcas favoritas, tan provechosas al esparcimiento de su bilis y tan fecundas en peripecias cuando tropezaba con curas ternes y carlistas, como el de Boán o el Arcipreste.

Amaury, después de besar la mano a Magdalena que sonrió y le siguió con la vista hasta la puerta, salió del aposento. Cuando llegó al salón ya se habían marchado todos los convidados. Entonces ordenó que le arreglasen su cuarto y se acercó al de Magdalena, deteniéndose junto a la puerta y procurando escuchar desde allí lo que adentro se hablaba.

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