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Pero si prescindimos de estos lunares aislados y nos detenemos en las bellezas más notables de la Numancia, sin olvidar la prematura aparición de esta tragedia, no podremos menos de deplorar aún más amargamente la pérdida de las demás piezas antiguas de Cervantes, que sin duda nos revelarían los frutos más sazonados de su talento dramático.

«, no puedo menos de deplorar prosiguió el regente inflándose , que usted sea tan consecuente con personas que no lo merecen... Habiendo en el mundo tanto corazón leal, ir a buscar precisamente el más inconstante y...». ¿Qué disparates está usted diciendo?

El viejo parecía deplorar la desaparición de la buena época pasada, porque era uno de esos hombres que son conocidos como «de la vieja escuela», lleno de estrechos prejuicios contra toda nueva idea, ya fuera de medicina, religión o política, y declaró que, cuando él era joven, los hombres eran hombres y sabían sostener lo suyo con éxito en competencia con el extranjero, ya fuese en la paz del comercio o en el choque de las armas.

El anhelo de casar a sus hijas gozaba tanta vida en el fondo de su ser como el desprecio de la fuerza armada. ¡Cuánto le pesaba de haber vociferado tanto contra ésta! En su tribulación llegaba a deplorar que Núñez perteneciese al arma de infantería. Si fuese siquiera marino, disminuiría la gravedad del conflicto.

Si lo restante de este drama fuese igual á lo que antecede, había de clasificarse entre los más notables escritos por Calderón; pero el poeta, al comedio de su obra, ha añadido algo soñado y fantástico á la acción para hacer sensible la idea de que en esta vida todo es verdad y todo es mentira; y, aunque en ella se admiren muchos rasgos atrevidos y poéticos de mérito extraordinario, sin embargo, nos vemos obligados á deplorar su extravío, imprimiendo en este argumento grandioso y eminentemente trágico, una modificación más propia de ópera que de drama.

Sería ofender á un maestro alemán, tan respetado como eminente, según dice el mismo autor á quien aludimos, comparar los grandiosos cuadros dramáticos, trazados por él, é inspirados por su conocimiento y por sus elevadas y seductoras ideas de la poesía española, con las miserables producciones, á que nos referimos; pero es de deplorar que el poeta se pierda, por decirlo así, en un horizonte sin límites, y que por esto mismo anule deliberadamente el resultado que, en otro caso, ganara el teatro con sus obras.

Si Moratín hubiera sido un pedante vulgar, tal como aparece al exponer sus principios críticos, y el sistema, que sirve á sus dramas de fundamento, compartiría la triste gloria de un Montiano ó de un Luzán, cifrada en convertir en profesión mecánica la crítica y la poesía; pero tenía prendas estimables, que supo hacer valer, y dignas de alabanza, á pesar de la estrechez de sus ideas estéticas, obligándonos á deplorar la limitación voluntaria á que condenó su talento.

Cuando reflexionamos en la excelencia de las obras de este poeta, no podemos menos de deplorar que no se hayan divulgado como merecen, puesto que, á excepción de Las mocedades del Cid, sólo se hallan impresas en antiguas colecciones, cuyos escasos ejemplares son hoy muy raros.

Lo que mas debemos deplorar á fuer de amantes de las artes, no es que la nueva catedral haya venido á interrumpir en el centro de la mezquita la monótona repeticion de sus interminables arquerías, sino que la idea de erigir el gran monumento cristiano no hubiese ocurrido un siglo ó siglo y medio antes que el arte ojival llegase á su decrepitud. «No pareció bien á nuestro prelado D. Alonso, dice un acreditado historiador cordobés, que estuviese el coro á un lado de la iglesia; y así propuso en cabildo el chantre y provisor D. Pedro Ponce á 22 de julio de 1521, que la voluntad del señor obispo era que el coro de esta iglesia se hiciese en el altar de Sta.

Pero si bien es de deplorar que hayan desaparecido tantas obras de un poeta tan distinguido como éste, sin embargo, en las que nos quedan encontramos bellezas de primer orden, que exceden en mucho á las de otros poetas famosos inferiores, y sobradas, no obstante, para que nos llene de admiración su inventiva inagotable; y es tal su fecundidad y son tan distintas unas de otras, que clasificarlas y caracterizarlas es ya por trabajo arduo.